Salud mental en estudiantes universitarios
Transitar a través de la vida universitaria implica una serie de transformaciones y desafíos personales, familiares, sociales y académicos, donde el estudiante aprende nuevas habilidades y despliega todos sus recursos para dar cumplimiento a las obligaciones propias de su carrera, siendo probable que la adaptación a este nuevo escenario le ocasione desajustes, pues se verá enfrentado a una mayor demanda que, muchas veces, será percibida como amenazante para su integridad biológica o psicológica.
Esta inestabilidad lo obligará a realizar acciones de adaptación para restaurar el equilibrio, lo que se conoce como estrategias de afrontamiento del estrés. Sin embargo, estas pueden gatillar respuestas desadaptativas que incidirían tanto en su rendimiento académico como en su salud física y mental.
Estudios realizados en nuestro país, muestran que el 74% de los jóvenes que cursan una carrera en una institución de educación superior presentan sintomatología depresiva, esto como resultado de estudiar en un contexto caracterizado por las restricciones sanitarias adoptadas para prevenir el contagio de Covid-19.
La salud mental de los estudiantes universitarios es un tema que las instituciones educativas no pueden dejar de atender, pues el efecto del estrés en estos alumnos manifiesta mayor incidencia en afrontamientos de tipo emocional y/o evitativo, postergando el afrontamiento proactivo debido a que no conocen o no les enseñaron cómo afrontar situaciones difíciles.
Por ello, es importante generar programas integrales de acompañamiento al estudiante que atiendan, tanto al bienestar psicológico como al desarrollo y aprendizaje de estrategias autorregulatorias de estudio y de autoeficacia para lograr un óptimo rendimiento académico, siendo esta mirada la que hará la diferencia. Con ello no quiero decir que el estudiante no se estresará nunca más, sino que al menos conocerá un repertorio de estrategias nutricias que le ayudarán a enfrentar las nuevas exigencias académicas, y en el futuro las utilizará también en el mundo laboral.
Cuando una institución comprende que la base del desarrollo cognitivo está el desarrollo emocional, sabe que está preparando al profesional del siglo XXI, que aprendió durante su proceso de formación a autorregularse, organizarse, gestionar su tiempo y, sobre todo, a ser feliz en la universidad.
Paula Fuentes Directora Carrera de Pedagogía en Educación Básica Universidad de Las Américas