8M: Recuperar lo perdido, avanzar en lo ganado
Un nuevo Día Internacional de la Mujer y su conmemoración nos hace reflexionar sobre estos dos últimos, dolorosos e inusuales años. Este es un análisis en retrospectiva, pensando en las mujeres y la pandemia, una crisis que trajo profundas consecuencias para América Latina y Chile, pero que también es reflejo de la estructura económica y social de una región donde el 60% de las mujeres trabaja en empleos asociados a servicios y comercio. Muchas de estas ocupaciones están asociadas a las áreas de salud, educación y limpieza, y son consideradas económicamente de menor productividad, ubicándose en los niveles más bajos de empresas y administraciones. Eso, sin contar a quienes se desempeñan en el mercado informal o en labores de hogar y que no reciben remuneración.
En Chile, como en el mundo, esto se replica a todo nivel. Por ejemplo, un 47% de las empresas chilenas no cuentan con mujeres en sus directorios y a nivel general solo un 46% de las mujeres forma parte de la fuerza de trabajo, en comparación con un 68% de hombres. Por ello, no es contradictorio que nuestro país no ocupe puestos importantes en el índice de oportunidad y participación laboral femenina del Foro Económico Mundial, ubicándonos en el número 57 de 153 países.
¿Qué ocurrió con esta situación en Chile durante la pandemia? Según cifras del Banco Mundial, 816.000 hombres abandonaron la fuerza de trabajo durante el primer año de crisis sanitaria, una cifra que llegó a 992.000 en las mujeres y que se tradujo en un retroceso de 10 años en la participación femenina en el mundo laboral. Una triste paradoja, ya que antes del COVID Chile logró sus mejores niveles de participación con un 53,3%, consiguiendo que la brecha de género se redujera a su mínimo histórico. Mientras la Comisión Económica para América Latina señaló que las cifras a nivel del continente eran aún peores, volviendo a niveles del año 2008.
Más allá de las estadísticas, hay imperativos éticos y sociales que nos deben transformar en una sociedad comprometida con la equidad de género en todos sus planos, y en ese sentido, Chile es fuente de buenas noticias: nos encontramos entre los pocos países de la región que contará con un gabinete paritario, con casi un 60% de mujeres liderando un ministerio. Sin duda, un impulso simbólico que nos permitirá mejorar la autonomía económica de las mujeres en nuestro país, donde muchas de ellas siguen recibiendo salarios más bajos que sus pares masculinos por ejercer la misma labor.
Y un último dato: si pudiésemos superar las brechas de género en participación laboral femenina, aumentaríamos un 11,4% del PIB per cápita chileno en las próximas décadas. De cara al futuro, sin duda, un gran argumento para convencer a los escépticos.
Andrea Gartenlaub Académica Investigadora Facultad de Comunicaciones y Artes Universidad de Las Américas