Erradiquemos la violencia escolar
Cerramos el primer semestre de este año con preocupantes cifras de violencia escolar. Según consta la Superintendencia de Educación, el 30% de las denuncias recibidas corresponde a casos de maltrato físico y psicológico entre alumnos y alumnas menores de edad; hechos que lamentablemente aumentaron un 22% en comparación con los años previos a la pandemia, 2018 y 2019.
A juicio de expertos y expertas, el gran detonante de la situación es sin duda el prolongado cierre de los colegios para aminorar el contagio por Covid-19, que en Chile alcanzó las 77 semanas, cuando el promedio mundial fue de 38, acorde a lo informado por Unicef.
Si bien el confinamiento y los intentos de trabajo para el aprendizaje remoto a través de pantallas se utilizaron en favor de la integridad física de los niños y de los más vulnerables, el hecho concreto es que la extensión, sin duda, causó efectos negativos tras la ausencia de prácticas sociales y la tolerancia continua entre pares.
Hoy, la sensación de “soledad” que manifiestan niños, niñas y jóvenes en terapia, respecto al contacto con el otro o los demás, da cuenta del abandono de muchos de estos límites que ocurrieron durante el periodo de encierro, donde la convivencia familiar no fue un tema fácil. A fines de 2020, de hecho, un equipo de profesionales de la Universidad de Ottawa reveló en una investigación publicada en la revista científica Psychiatry Research, que el trastorno por estrés postraumático, la ansiedad y la depresión fueron, respectivamente, cinco, cuatro y tres veces más frecuentes en comparación con lo que habitualmente reportaba la Organización Mundial de la Salud.
El retorno a la denominada “nueva normalidad” es y será por un largo tiempo un pasaje dificultoso, pero en el que se puede trabajar. El llamado es a conversar cara a cara con los niños y jóvenes, generando instancias de afecto y confianza para que ellos puedan compartir sus experiencias emocionales, sean estas buenas, malas y/o deseadas.
En el hogar es preciso realizar reuniones familiares distendidas con nuestros hijos e hijas, donde seamos capaces como adultos de abrir los canales de comunicación mediante la paciencia, tolerancia y comprensión, recordemos que a muchos niños les cuesta expresarse. A nivel escolar, en tanto, se requiere que los establecimientos desarrollen protocolos para la detección temprana de conflictos que gatillen en bullying o acoso escolar; también es necesario generar espacios de “escucha activa” con los alumnos, involucrando de paso a padres y apoderados para dar cuenta del estatus de la situación y trabajar en conjunto ante eventuales resoluciones en beneficio de la autoestima de cada niño y el aporte a una sana convivencia escolar.
Carolina Silva, profesional de Psicologiachile.cl