Después del plebiscito: ¿Ahora qué en salud?

La propuesta de nueva constitución tenía la gran virtud de romper un empate político en salud, que nos tiene por décadas imposibilitados de superar la actual fragmentación y segmentación del sistema. De haberse aprobado, la cancha y sus reglas serían distintas y el debate democrático tendría que ceñirse a como los diversos actores se acomodan a un sistema universal, con un modelo de atención común y con clara rectoría del Estado.
Pero eso ya no fue, la propuesta fue rechazada y estamos donde mismo. Lo triste es que tenemos a 2 millones de compatriotas esperando un promedio de 2 años por una consulta de especialidad y a varios centenares de miles por una cirugía. En el sector privado, los problemas no son menores, las isapres además de seguir discriminando, dando insuficiente protección financiera y quejándose de problemas de sostenibilidad, tienen a los tribunales de justicia supliendo la responsabilidad de los legisladores de resolver los problemas del sector.
En el diagnóstico todos están de acuerdo, pero no hemos logrado consensos en el tratamiento, por lo que el enfermo seguirá agravándose. ¿Cuáles son los nudos para viabilizar transformaciones? El primer nudo, es que a todos nos gustaría un fondo común por razones de eficiencia, pero ello se paraliza en el modo de lograrlo. Podría entonces plantearse solo mejorar lo que hay: hacer cambios legislativos para un plan universal en salud, basado en las recomendaciones de una institución de Evaluación de Tecnologías Sanitaria; tener un Fonasa fortalecido; y resolver los gruesos fallos de las isapres, de modo estas otorguen el plan de salud universal con un modelo de atención basadas en atención primaria, sin preexistencias, ni discriminación por sexo, edad o riesgo. Pero tampoco parece hay disposición a mejorar lo que hay. El segundo nudo, guarda relación con la prestación pública. Hay ya varios informes independientes sobre los problemas de eficiencia del sector, los que están guardados en los cajones del parlamento o de la academia. El tercer nudo, no menos complejo, es el incentivo permanente que los prestadores privados tienen a inducir más prestaciones y de mayor costo, junto al nulo incentivo para evitar que las personas enfermen. En el discurso todos declaran la importancia de la prevención y el fomento de la salud, pero en la práctica el negocio está en la enfermedad.
¿Entonces, qué hacer? Luego de la derrota del 4S, del actual balance de poder en el parlamento y de que probablemente una eventual nueva constitución sea bastante más neutra en el ámbito de la salud, pareciera que el escenario más cómodo es que no pasé nada. Lo anterior, sería no comprender que la ciudadanía espera mejoras desde el diálogo y el acuerdo. La alternativa razonable, sería intentar concordar un itinerario, como política de estado, desde lo que genera mayor consenso y más alto impacto y que en un futuro posibilite resolver los nudos de mayor disenso. Espero que la ciudadanía lo exija cada vez con mayor fuerza.

Osvaldo Artaza Decano Facultad de Salud y Ciencias Sociales Universidad de Las Américas