NUESTROS HIJ@S QUE PARTIERON

Estamos genéticamente concebidos para vivir en comunidad, constituir nuestras familias, procrear, gestar, criar, educar y enseñarles la vida a nuestros hij@s; a la vez, escoger a nuestros amigos y a la libre potestad de elegir a nuestras parejas y ser felices con ell@s; en cambio, no estamos preparados para enfrentar la muerte.
La pena por la muerte de un ser amado es desgarradora, es de una inmensa tristeza que durará hasta nuestros últimos días de vida terrenal, es una herida que muchas veces cicatriza solo parcialmente y otras derechamente nunca, está ahí, a la vista, se abre de vez en cuando y nos acompañará por siempre en nuestra existencia.
La muerte de un ser amado es un golpe muy grande a nuestras emociones, que va acompañado de mucho desconsuelo y melancolía con períodos de depresión significativos; la muerte de un hij@, es de un dolor desgarrador, que nos postra emocionalmente por mucho tiempo, es anti natura, en estricto rigor no es sano.Lo normal, es que en el transcurso de nuestra existencia, sean nuestros hijos los que nos tengan que sepultar; y no nosotros a ellos, esta alteración en nuestras vidas no es normal, se nace, se vive y luego nos llega la hora del ocaso y fallecemos, ese es el conducto regular y natural de la vida. La desconsoladora pena de sepultar a un hij@, es como morir en vida, es estar vivo pero a la vez emotivamente aniquilado.
Sin ahondar en la forma en la que perecieron nuestros hij@s, con el tiempo estos padres nos transformamos en verdaderos SOBREVIVIENTES de esta casi muerte espiritual, no existe ninguna receta ni explicación certera para este milagro de sobrevivencia, solo se sobrevive con apoyo familiar y de amigos, con ayuda espiritual y consultas psicológicas o grupos de apoyo, sin embargo, la pena siempre estará presente en lo más profundo de nuestro ser; está herida jamás la curará completamente el tiempo; no obstante tenemos que intentar vivir armoniosos con esa mutilación tan dolorosa de la carne de tu carne y aprender a existir con los que están a tu lado.
Después de la rabia, de la ira, de las culpas, de las preguntas sin respuestas, de la frustración, se instala la tristeza más profunda que un ser humano pueda experimentar: el luto; que es un proceso desgastador y solitario, sin embargo tremendamente necesario.En este proceso nos desestructuramos y debemos aprender a vivir sin su figura carnal y tangible, con la herida ahí, presente, sin su compañía y presencia física, pero con su recuerdo totalmente vivo, “tenemos que recordarlos, en sus alegrías, en sus logros, en sus atributos, en los bellos y magníficos que fueron, en lo que significaron y lo que sigue representando su presencia y aurea en nuestras vidas”.
Llegará el momento en que empiece a desaparecer poco a poco aquel dolor insoportable, ese es el instante de ser auxiliados por quienes nos quieren o aprecian y aceptar que la vida continúa de manera irrenunciable, con todas las cosas bellas y buenas que esta tiene, con ayuda espiritual y emocional. Nuestros pasos en este plano terrenal seguirán por caminos de rosas con espinas, de dulce y agraz y debemos de tratar de ser felices con lo que nos tocó vivir.
Ningún amor es reemplazable, que otros amores sustituyan a los que ya no están no es cierto; son amores también fuertes, pero distintos; ellos,NUESTROS HIJ@S QUE PARTIERON, no son comparables, son únicos e inolvidables, ellos siempre estarán presentes en nuestras vidas; los extrañaremos inmensamente y si o si, tenemos que tener la certeza que algún día podremos reencontrarnos con ellos.

HUBERZZA