Mi hijo es quien ejerce acoso escolar ¿Qué puedo hacer?
Cuando hablamos de acoso escolar, es necesario tener claro que se requieren al menos tres elementos para que este se configure: la intención de causar daño, la repetición de la conducta y una disparidad de poder entre el agresor y la víctima.
Para entender los motivos detrás del comportamiento abusivo de un niño hacia sus pares, es esencial ampliar nuestra mirada y considerar los factores del entorno y contexto. Si bien una persona se desarrolla en compañía de otros, siendo sus padres una fuente fundamental de aprendizaje, en la actualidad hay otro componente a tener en cuenta: el impacto de internet, videojuegos y redes sociales. Estas plataformas ejercen una influencia significativa y pueden contribuir a una comprensión más completa de las conductas exhibidas por algunos estudiantes en el entorno escolar.
Si analizamos las dinámicas familiares de aquellos que ejercen acoso, podríamos sorprendernos al observar cómo una crianza permisiva puede generar la ausencia de límites. Esto no solo dificulta que el niño aprenda a tolerar la frustración, sino que también fomenta conductas impulsivas, caracterizadas por la búsqueda de gratificación inmediata, sin considerar las consecuencias.
También se generaría una dificultad para desarrollar empatía y reciprocidad emocional, aspectos que son esenciales para lograr una conducta adaptativa en entornos sociales. Es importante recordar que, la crianza que conlleva amor y educación necesariamente implica límites, y si estos no están presentes, no es posible educar.
Si es mi hijo o hija quien ejerce acoso escolar, es necesario mantener la calma y escuchar atentamente lo que el colegio informa, pues negar la situación es cerrar la puerta al cambio.
En este escenario, resulta valioso identificar las dinámicas familiares que podrían estar influyendo en el actuar del niño. Además, es importante entablar conversaciones con el objetivo de comprender qué motiva esa conducta, sin recriminar en ese momento. Es primordial dejar claro que se sigue amando, aunque no se justifica su comportamiento.
Es aconsejable iniciar en el hogar un entrenamiento en nuevas formas de manifestar las frustraciones e insatisfacciones, evitando la agresión y ayudando al niño a identificar sus emociones, ya que detrás de esa ira quizás se esconda una profunda tristeza. También se recomienda supervisar el acceso a internet y revisar el contenido que consumen.
Se debe dejar muy claro que la familia colaborará con el colegio para evitar que continúen ocurriendo episodios de violencia. En caso necesario, buscar apoyo profesional es una alternativa que beneficiará tanto al niño como a su familia, proporcionando nuevos instrumentos para avanzar hacia un estado de mayor bienestar.
Ivonne Maldonado Directora Carrera de Psicología, UDLA, Sede Concepción