-DE MOTU PROPRIO-

“Defendamos lo correcto, incluso si tenemos que hacerlo solos”
Hablemos hoy de la manoseada modernidad, siendo esta de lo que se pregonó por todos y puesto en juego por los políticos de nuestro desdramatizado drama post dictadura. Trataré, para entender mejor este concepto, recordar la existencia de algunas situaciones de trasfondo. Por un lado, un debate mundial-intelectualen cuanto al sentido moderno y hay, al mismo tiempo, un rasgo más específicamente local que potencia esta tendencia reconocible en nuestro específico debate nacional: en Chile el llamado a ser un país moderno y poderoso lugar común, pues es uno de los pocos sitios argumentativos que permiten tejer vínculos entre nuestro pasado dictatorial y nuestro actual presente democrático. Ambos “tiempos políticos” pretendieron y pretenden ser reconocidos, en no despreciable medida, como “modelos modernizadores” en la historia de nuestro país.
Pero la mutua permanencia a un mismo lugar argumentativo –en este caso, la “modernidad”- abre al mismo tiempo espacio para el reconocimiento de las propias diferencias. Hay así, junto al consenso modernizante, disenso en torno al carácter de la modernización favorecida por unos y otros (y, por ej., se tematiza en términos de “modernización autoritaria” y otra como “modernización solidaria” o “modernización centrada en las personas”). Y es que la pregunta por el sentido de la modernidad recorre el conjunto de nuestra experiencia social, pues son los propios desafíos abiertos por las vías de modernización – léase, “desarrollo históricamente” vigentes los que llaman a responder. Entre otros: problemas de convivencia política, de integración social, de sustentabilidad ecológica y de identidad cultural.
Me interesa esto de la modernidad por lo que lleva a la defensa ecológica en nuestro puerto: “se ha formado un grupo de personas preocupados por el rescate territorial de una emblemática quebrada, antes de cristalinas aguas y un bello bosque, que el modernismo mal entendido y donde hoy existen bellas viviendas, estos nuevos vecinos, sin ningún interés en mantener limpio el sector lo han contaminado con basuras y desechos. Eso motivó a estas personas para luchar en su recuperación, logrando el apoyo de juntas de vecinos del lugar hasta llegar a las autoridades y conseguir el apoyo gubernamental para su ejecución.”
Esto lo entiendo que es lo mismo –la “modernidad” en tanto lugar común- lo que interpela una cierta diferencia “más original”, puesto que la nostalgia de un consenso puro, de un llamado modernizador sin apellidos en este caso, es fuente de indiferenciación e ininteligibilidad. El pasado hemos de traerlo al hoy por medio de trabajos de recuperación y recuerdos. Y cara al futuro, tenemos que inventarlo en el instante mismo en que vivimos. Este vaciamiento de sentido, propio de una cierta experiencia moderna, es la huella acaso más evidente del signo de interrogación inscrito en el corazón del llamado modernismo: “El convertir nuestro entorno en algo amigable, sustentable y acogedor para nuestros habitantes”. El sentido que expreso en esta contraposición no se asienta, sin embargo, en la mera escisión o exclusión, sino más bien en un trabajo comunal consciente de la comunidad y pedir que actuemos unidos en una natural tendencia a la propia conservación de nuestro entorno ecológico, construyendo una ciudad más amena, sociable, limpia y MODERNA, porque la vida no nos cuenta los pasos que hemos dado, sino las huellas que hemos dejado… ya que no podremos cambiar aquello que nos negamos a enfrentar…¡Digo yo!…
Pedro Cruz