De fiesta de la primavera a «dulce o travesura”: Halloween en Chile
Imagine un Chile donde octubre se pintaba con los colores vibrantes de la primavera, con desfiles y carros alegóricos celebrando la vida. Difícil de imaginar ahora ¿verdad? Hoy, el mes está dominado por el naranja de las calabazas, el negro de las brujas y la algarabía de niños disfrazados pidiendo dulces. ¿Cómo una festividad con raíces celtas, adoptada y transformada por Estados Unidos, logró desplazar las tradiciones locales y conquistar el corazón de nuestro país? La historia de Halloween es un caso fascinante de transculturación y apropiación de festividades globales.
El origen de esta festividad en Chile se remonta finales de los 70, en un escenario casi clandestino, una celebración organizada por la embajada estadounidense en un hotel de Santiago. Un evento discreto, lejos de la masividad actual, que plantó la primera semilla de esta tradición en suelo nacional. Mientras el país conmemoraba el Día de Todos los Santos con recogimiento religioso, la “noche de brujas” comenzaba a asomar tímidamente.
La conquista, sin embargo, no fue inmediata. A finales del siglo XX, la creciente influencia de la cultura pop norteamericana, a través del cine y la televisión, fue abonando el terreno. Compatriotas que viajaban al extranjero regresaban con relatos fascinantes y adornos de Halloween, despertando la curiosidad y el interés. El «boca a boca» hacía su trabajo, pintando una imagen atractiva y novedosa de esta fiesta.
Poco a poco, colegios ingleses y algunas familias, inspiradas por la cultura estadounidense, se animaron a celebrar Halloween. Este atrevimiento no pasó desapercibido para la Iglesia Católica, que observaba un resabio pagano, una amenaza a las tradiciones chilenas. La resistencia fue palpable, pero el «dulce o travesura» ya había comenzado a seducir.
A finales de los 90 e inicios del 2000, la celebración explotó. La globalización, la fascinación por Estados Unidos y la irresistible combinación de disfraces y dulces, hicieron el resto. Fiestas para niños y adultos se multiplicaron, transformando Halloween en el fenómeno masivo que conocemos hoy.
De una discreta celebración en un hotel a una fiesta nacional, la “noche de brujas” en Chile es un ejemplo de cómo las tradiciones globales se adaptan, transforman y, a veces, conquistan. Una historia cultural que, a pesar de la resistencia inicial, terminó cautivando a todo un país. La Fiesta de la Primavera cedió su lugar a las calabazas iluminadas, en un cambio que refleja la influencia del mundo globalizado en nuestra identidad.
José Pedro Hernández Historiador y académico Facultad de Educación Universidad de Las Américas