La pobreza y su impacto en la salud
La pobreza no es solo la falta de ingresos y recursos para garantizar medios de vida sostenibles; es un problema de derechos humanos. Actualmente, alrededor del 10% de la población mundial vive en pobreza extrema, enfrentando dificultades para cubrir sus necesidades más básicas, como la salud, la educación y el acceso al agua y al saneamiento.
De acuerdo con el último informe de la ONU en 2023, si se mantienen las tendencias actuales, 575 millones de personas seguirán viviendo en la pobreza extrema y solo un tercio de los países habrán reducido a la mitad sus niveles nacionales de pobreza para el año 2030. A pesar de la expansión de la protección social durante la crisis de la COVID-19, más de 4 mil millones de personas continúan sin protección alguna. La proporción del gasto público en servicios esenciales, tales como la enseñanza, la salud y la protección social, es significativamente mayor en las economías avanzadas que en las emergentes y en desarrollo.
En Chile, los resultados de la última encuesta CASEN señalan que la pobreza es de 6,5%, lo que equivale a 1.292.521 personas. Casi todas las regiones disminuyeron su tasa de pobreza, sin embargo, las regiones con mayor tasa son Ñuble (12,1%), La Araucanía (11,6%) y Tarapacá (11,0%).
La falta de recursos económicos puede impedir que las personas busquen atención de salud médica oportuna, resultando en diagnósticos tardíos y tratamientos inadecuados. Además, la falta de seguro médico agrava esta situación, dejando a muchos sin la posibilidad de recibir atención especializada. La pobreza también está asociada a viviendas inadecuadas, falta de acceso a agua potable y saneamiento deficiente. Estas condiciones aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas y crónicas, afectando especialmente a niños y ancianos.
Asimismo, las personas en situación de pobreza a menudo no pueden permitirse una dieta equilibrada. La malnutrición y la inseguridad alimentaria son problemas prevalentes que contribuyen a una serie de problemas de salud, desde el retraso en el crecimiento infantil hasta enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión.
El estrés constante asociado con la pobreza tiene un impacto significativo en la salud mental. La incertidumbre económica, la inseguridad laboral y las preocupaciones diarias sobre la supervivencia pueden llevar a altos niveles de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales. La falta de acceso a servicios de salud mental agrava aún más esta situación.
Abordar la pobreza como un obstáculo para la salud requiere un enfoque integral que incluya políticas públicas efectivas, acceso equitativo a servicios de salud y programas de apoyo social. Todos los profesionales que conforman el equipo de salud desempeñan un rol fundamental y deben seguir trabajando incansablemente para mejorar el bienestar de las personas más necesitadas. Solo así se podrá garantizar que todos tengan la posibilidad de disfrutar de una vida saludable.
Patricia Donoso Elices, directora Aseguramiento de la Calidad de la Facultad de Enfermería UNAB