La ética profesional y su rol en la educación superior: ¿Requisito o virtud en la nueva sociedad?
La ética profesional es uno de los pilares fundamentales que sostienen la credibilidad y el impacto de cualquier disciplina en la sociedad. En el contexto de la educación superior, su relevancia adquiere un matiz aún más profundo, ya que las universidades no solo tienen la responsabilidad de formar profesionales competentes, sino también ciudadanos íntegros y comprometidos con el bienestar colectivo.
La educación superior actúa como un espacio privilegiado para la reflexión ética. Es en las aulas universitarias donde los futuros profesionales enfrentan dilemas que no solo ponen a prueba sus conocimientos técnicos, sino también sus valores y principios. Por ello, las instituciones educativas tienen el deber de promover un ambiente que fomente la responsabilidad, la honestidad y el respeto por los demás.
Al respecto, dos desafíos se presentan ante esta nueva sociedad, la del conocimiento y de la inmediatez:
Primero, integrar la ética como un eje transversal en todas las áreas del conocimiento y no únicamente en impartir cursos de ética profesional como parte del currículum. Los estudiantes deben ser conscientes de que las decisiones éticas no son exclusivas de ciertos campos, sino que atraviesan todas las disciplinas, desde la ingeniería y la medicina hasta la economía y las artes. En este sentido, los docentes juegan un papel crucial. Son ellos quienes, a través de su ejemplo y liderazgo, pueden inculcar en los estudiantes la importancia de actuar con integridad en todas sus acciones. Un profesor que modela el comportamiento ético puede inspirar a sus estudiantes a adoptar estos valores como una parte esencial de su identidad profesional.
Segundo, la ética profesional también está íntimamente ligada a la sostenibilidad y a la responsabilidad social. En un mundo cada vez más interconectado, las acciones de un individuo o de una organización pueden tener repercusiones globales. Por ello, la educación superior debe preparar a los estudiantes no solo para alcanzar el éxito personal, sino también para contribuir al desarrollo sostenible y a la justicia social.
En conclusión, la ética profesional es una competencia indispensable que debe cultivarse desde la educación superior. No se trata únicamente de cumplir con normas o códigos de conducta, sino de desarrollar una conciencia crítica que permita a los futuros profesionales tomar decisiones responsables y humanas. Las universidades, como centros de formación y transformación social, tienen el deber de liderar este proceso, asegurándose de que la próxima generación de líderes actúe con integridad y compromiso hacia un mundo y una sociedad mejor.
Por PhD(c) Christian Acuña-Opazo, académico de la carrera de Ingeniería Civil Industrial de la U.Central Región de Coquimbo