Primarias, una herramienta democrática con límites estratégicos

Las elecciones primarias, sean legales o convencionales, son mecanismos que permiten a los partidos y pactos definir a sus candidaturas de forma participativa, otorgando a la ciudadanía la posibilidad de incidir en una etapa temprana del proceso electoral. Esta apertura contribuye a la legitimación de liderazgos y a la reducción de conflictos internos, al tiempo que refuerza el principio democrático de que son las personas quienes deben tener la última palabra sobre quiénes los representarán.
Sin embargo, como toda herramienta, las primarias no deben ser vistas como un fin en sí mismo, ni como la única ni la mejor respuesta en todos los escenarios políticos. Existen diferencias sustanciales entre las reglas y públicos que definen unas primarias, una primera vuelta y una eventual segunda vuelta. Ser competitivo en un contexto de primarias, donde participan electores más motivados o alineados ideológicamente con un sector específico, no garantiza necesariamente un buen desempeño en una elección general, donde el universo de votantes es más amplio, más diverso y menos partidista. En este sentido, las primarias pueden ser un buen termómetro para ciertos liderazgos, pero no siempre reflejan con precisión la capacidad de una candidatura para construir mayorías sociales y políticas.
Las primarias representan un valioso instrumento para fortalecer la democracia participativa, pero deben ser utilizadas con criterio político, estratégico y contextual. Su utilidad dependerá siempre de la madurez de los partidos, la claridad de los proyectos en disputa y la disposición de los liderazgos a someterse al veredicto ciudadano, sin perder de vista que el objetivo final no es ganar una primaria, sino ganar una elección y a partir de allí construir gobernabilidad y responder a los desafíos del país.
Romer Rubio
Profesor de la Escuela de Gobierno, IPP U. Andrés Bello