Incertidumbre de presencialidad en los colegios

Hace algunos días el Ministerio de Educación dio a conocer el retorno a clases este 2022. Esto, luego de un periodo durante los años 2020 y 2021 en el que existieron distintas instancias truncadas, debido al contexto sanitario de nuestro país. Ahora, este anunciado retorno tiene la característica de obligatoriedad de acuerdo con lo informado por las autoridades; pero contiene, además, un grado de incertidumbre para los diferentes actores del sistema educativo. Hemos escuchado al Colegio de Profesores anunciando que es muy pronto definir o tomar decisiones sin saber cuál será el contexto de pandemia en el mes de marzo, ya que el número de contagios está en alza por estos días, con cifras históricas de 30.000 infectados aprox.

Ante este complejo escenario, el retorno a clases de manera presencial es, sin duda, lo que todos los educadores queremos, considerando la riqueza e importancia que tiene poder interactuar; así como la relevancia de la comunicación entre pares, el proceso de socialización y, en definitiva, la presencia de mejores condiciones para el desarrollo cognitivo de acuerdo con las diferentes etapas de los estudiantes. Pero, para lograr esta realidad debemos pensar en un periodo de transición y, si es necesario, seguir optando por una presencialidad mixta y por turnos al interior de las salas de clases. Para esto es necesario poder establecer algunos temas como prioridad; por ejemplo, enfatizar en un espacio de encuentro y formación en lo emocional y social, y no sobrecargar el aspecto académico, ni presionar con evaluaciones. Esta última es una de las claves más importante, ya que nuestro norte y esfuerzo no se deben centrar en lo académico en esta primera parte de la vuelta a clases, si no en el fortalecimiento de las instancias de apoyo en lo social y lo emocional.

No comentamos el error de volver a las escuelas y querer recuperar de forma rápida los contenidos, para luego aparecer en los rankings de mediciones.

Uno de los desaciertos en el pasado fue el poco trabajo colaborativo entre los estamentos que participan en el proceso educativo. Esta experiencia se debe tomar como aprendizaje y no volver a cometer la misma equivocación. Debemos pensar en un retorno a clases de todos los niveles educativos que contenga ciertas características, como la flexibilidad y la gradualidad como focos principales que garanticen la seguridad de nuestros niños y niñas. Para poder asegurar este último punto, la decisión debe ser tomada considerando las recomendaciones de organismos como ONU, OMS, Unesco, Unicef, la Defensoría de la Niñez y el Consejo Asesor.

También debemos poner atención a otros factores primordiales, como la ansiedad de los niños de ver a sus compañeros y, en segundo término, la ansiedad que puede sentir la familia al separarse luego de un tiempo tan prolongado en conjunto. Considerando el primer punto es que debemos realizar un trabajo de diálogo, en el que quede de manifiesto la importancia de volver a compartir con sus compañeros luego de tanto tiempo, pero siempre recordando las recomendaciones de distanciamiento y prevención. Es importante tener en consideración no retarlos u obligarlos a cambiar de actitud. En relación con el segundo punto, muchos niños y niñas son muy perceptivos: si ellos visualizan que los adultos o sus padres están estresados por todo lo acontecido, es muy probable que absorban e internalicen inquietudes e inseguridades al regresar a clases, aumentando la necesidad de apegarse más a sus padres y familiares. Es importante que los adultos dialoguen y busquen instancias de comunicación con los niños y niñas, y tengan claridad del tipo de mensaje que quieren trasmitir.

Guillermo Robles, Director Escuela Pedagogía Educación Básica UDLA

Ana Henriquez, Decana Facultad de Educación UDLA