Ley de Lynch
Una de las muchas consecuencias de la Primera Guerra Mundial fue que los científicos alemanes inventaran el salitre sintético.
Chile para aquel entonces era el principal exportador mundial de salitre.
La totalidad de la producción se iba a Europa, especialmente a Alemania. El producto creado por ellos resultó igual de efectivo y más barato.
Así las cosas…la floreciente industria salitrera chilena (con capitales ingleses) se fue a la punta del cerro.
Para inicio del año 20 se calcula que ya habían unos CIEN MIL CESANTES.
Algunas Oficinas habían cerrado y otras estaban en proceso de…
A principio de 1921 llegó a Antofagasta información que en la Oficina San Gregorio…muy cerca de la ciudad…los obreros se habían «tomado» las dependencias.
Entonces el General Hiriart (¿les suena el apellido?) quién, por orden presidencial, estaba a cargo de la zona, (Alessandri Palma) envió a un destacamento de veinticuatro soldados del Regimiento Esmeralda al mando del Teniente Buenaventura Argandoña Iglesias para «poner orden».
Sin duda fue error mandar un contingente tan pequeño y al mando de un oficial de 24 años a hacerse cargo del orden público ya que debían intentar poner orden entre más de dos mil trabajadores.
La situación estaba que ardía. Míster Jones, el Administrador de la oficina había notificado a los mineros el cierre, es decir…eso sería todo, cambio y fuera sin más dilación y ni un peso a pito de compensación.
Los trabajadores avanzaron hacia la administración. El teniente Argandoña dio la orden de alto a la poblada sin resultado. Quince años antes había sido la matanza en Iquique y los trabajadores tenían fresco en la memoria la brutal acción de soldados chilenos que habían asesinado a 2.200 o 3.600 conciudadanos (las cifras varían según la historia la cuente Vitale (Comunista) o Vial (Liberal). Así que no estuvieron ni ahí con la orden de un soldado. Entonces Argandoña dio la orden de disparar. Los muertos van de 60 a 80…también según uno de los dos historiadores mencionados.
Y a ellos hay que agregar a un suboficial, el señor Jones y el Teniente que iba al mando.
La muerte de mi tío fue especialmente atroz. Fue baleado y desmembrado. También decapitado. Le fueron sacados los ojos y sus cuencas vacías usadas como candelabros. Las manos y los pies tiradas a los perros igual que sus vísceras.
Mi padre me contaba que el cadáver de su primo…cuando logró ser rescatado…decía mi viejo que así, al ojo, era la mitad de ese hombre de casi dos metros y que pesaba ciento cuarenta kilos.
Cada vez que una poblada hace justicia por propia mano recuerdo lo ocurrido a mi tío.
Charles Lynch fue un senador estadounidense de 1874 a 1879. Revolucionario y cuaquero. Desoyendo la declaratoria de no culpabilidad de unos realistas que habían sido detenidos y sometidos a proceso ordenó la ejecución de estos.
Desde aquella época, entonces, llamamos a la aplicación de justicia a manos de la plebe LINCHAMIENTO.
Aquí, tal vez un periodista (que de repente se ponen creativos) llamó a esa Instancia en que un grupo de individuos agarra, sujeta, maniata, amarra, embarrila, desnuda, patea, saca la cresta, se le pasa la mano y lo mata DETENCION CIUDADANA.
Y la explican como la consecuencia del cansancio, choriamiento del pueblo…cuando no el completo descrédito…en el que las policías y el sistema procesal han caído.
Entonces…claro…la puerta giratoria seguirá en gloria y majestad pero antes el compadre se va a llevar una posteada de padre y señor mío.
Pero…porque ya esta dicho…los perros no faltan…de repente se les pasa la mano y el apaleado sufre una crisis cardio/respiratoria y terminan los vengadores enfrentando la justicia. Porque digamoslo fuerte y claro, la línea que separa venganza de justicia es muy tenue.
Los hechos hasta ahora conocidos habla de dos amigos en una plaza en la comuna de La Florida. «cheleando». Se detiene un auto cerca de ellos. Los ocupantes se bajan e intentan asaltarlos.
Los amigos corren en distintas direcciones. Uno de ellos se oculta en el antejardín de una casa. La dueña lo ve y creyendo que le van a robar aprieta el botón de pánico. Llegan vecinos, detienen al supuesto ladrón y le sacan la conumelia. El muchacho…de 22 años…muere producto de los golpes.
En mayo de 2021 algunos vecinos sorprenden a unos tipos robando dentro de autos estacionados. Son perseguidos por muchas cuadras por tres hermanos, uno de ellos provisto con un tubo de fierro. Le dan alcance al rezagado y lo muelen a patadas y golpes en la cabeza con el mentado fierro. El resultado, el agredido muere y el padre de los tres hermanos homicidas asegura que no era esa la intención.
Una vez más se le ha pasado la mano a la justicia de la plebe. La misma que gritaba contra la nobleza y a favor de los revolucionarios cuando en un incesante convoy conducían al cadalzo a los odiados cortesanos. La misma que aullaba cual loba en celo cuando el cadáver de Mussoluni y Clara Petacci fueron colgados de los pies para su pública exhibición en la Plaza de Loreto.
El animal humano es vengativo. Fue una de las muchas debilidades que el hombre desde antiguo supo reconocer de su propia especie. Por eso todas las religiones establecieron tabúes restrictivos de tal modo de frenar ese impulso tan propio de nosotros de matar.
Matar es una de las primeras acciones deleznables que encontramos desde nuestros orígenes.
El fatricidio de Abel a manos de Cain. Y de ahí para acá no hemos dejado de matar
Freud afirmaba que el ser humano se mueve por dos grandes pulsiones; EROS, el sexo que se manifiesta en la líbido y THANATOS, que es la agresividad y la muerte.
Y principios morales de todas las culturas se han dado a la tarea de controlarlas, contenerlas. Prohibir y castigar. Pero como están en la naturaleza de nuestra especie, ofrecer sucedáneos que permitan el desahogo. Por eso, cuando reinaba el puritanismo al mismo tiempo florecía la prostitución. Y para que el humano exprese a la bestia nos dio los deportes. Puede que varíen de una cultura a otra pero siempre los más populares son aquellos donde el contacto físico permite expresar nuestra bestialidad. El jokey, el box en todas sus manifestaciones y muy especialmente, el fútbol, donde no basta la expresión de talento deportivo sino que también de «aplastar» al contenedor.
Hemos sido testigos de guerras campales en las canchas y en las tribunas.
Otra vez la plebe impartiendo justicia.
Los vándalos que el viernes pasado intentaron incendiar la ex Fuente Alemana (Alameda vereda Sur, a una cuadra de la Plaza Baquedano) buscan venganza porque su dueño no hace mucho los enfrentó con un rifle antimotines de su propiedad.
El sistema penal está obligado a ser especialmente riguroso en estos casos porque es imperioso enviar el mensaje de que la venganza es tanto o más repudiable que un homicidio simple.
Alejandro Iglesias