Un “pacienciómetro” por favor

El bus que espera con urgencia no pasa hace más 20 minutos, de fondo, un bebé no para de llorar desde que llegó al paradero en brazos de su madre, para más remate y de sopetón, el celular resuena y un ejecutivo le hace una oferta que no podrá rechazar… Bueno, finalmente la rechaza y de mal humor.

La paciencia, esa capacidad que según Aristóteles permite al ser humano sobreponerse a las aflicciones o desgracias más cruentas. Esa virtud que, de acuerdo con la Biblia, solo se alcanza como fruto del espíritu, permitiéndonos ser perfectos y cabales en todo.

Obtener resultados instantáneos, invertir mínimos recursos sacando la máxima ventaja y, por sobre todo, no ser derechamente fastidiados, conspiran todo el tiempo contra nuestra paciencia.

En este contexto, las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), concebidas para ser amigables y facilitar la vida humana, tienen su cara más paradójica en ciertos vicios de mercado que por defecto, hacen colmar la paciencia hasta del carácter más pacífico y ponderado.

Correos basura que se filtran a la bandeja de principales, llamadas inoportunas, apariciones de productos inauditos en Instagram. Un mosaico de artilugios y experiencias presentadas como la octava maravilla del mundo, cuestión que pudiera ser efectiva, pero que lamentablemente para el comercio oferente uno “no ha solicitado”.

El “permission marketing”, término acuñado por Seth Godin (unos de los teóricos de mercado más importantes del mundo), se refiere a que debe ser el propio consumidor, quien de manera libre y voluntaria, otorgue el consentimiento necesario para recibir publicidad de un comercio determinado, sin embargo, y como usted y yo lo podemos comprobar a cada momento, esta “autorización” mercadotécnica muchas veces parece situarse en una distopía o universo paralelo, pero en ningún caso aquí, en nuestro país, pues en un giro siempre impertinente, este tipo de comunicaciones irrumpe colmando el “pacienciómetro” de cualquier hijo de vecino.

Sería meritorio para las compañías y sus estrategias de marketing, que en el ámbito de sus oferta de “servicios no solicitados”, tuvieran la deferencia de consultar primero y ofrecer después y no invertir el orden de los productos (valga la recursividad marketera)… ¡Tu-turu-tuturu- tutú¡ ¡Tu-turu-tuturu- tutú! (Marimba ringtone).

¡Ups! Tendré que cerrar la columna aquí, perdón, mi teléfono suena incesantemente. Número “unknown”:
—“Aló, buenas tardes, me llamo Jairo Rodríguez y en este día me es un gusto hacerle una espectacular oferta… (que no podrá rechazar)”.

Maciel Campos Director (I) Escuela de Publicidad y Relaciones Públicas Universidad de Las Américas