Sally Bendersky: Un momento para reflexionar sobre los trabajadores portuarios
Por estos mismos días, pero de 1973, el país vivía momentos de inmensa oscuridad, chilenos se enfrentaban a chilenos y comenzaba un periodo que generaría una división en nuestro pueblo que aún hoy se percibe. Lamentablemente, el Puerto de San Antonio no estuvo ajeno a esta vorágine de violencia y a poco andar, la dictadura cívico-militar cobraría las vidas de cuatro dirigentes portuarios de nuestra comuna.
Sus nombres eran Héctor Rojo Alfaro (43 años), dirigente nacional de la Federación de Estibadores de Chile y delegado de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), Samuel Núñez Gonzáles (45 años), director del Sindicato de Estibadores, Armando Jiménez Machuca (37 años), secretario del Sindicato de Estibadores y Guillermo Álvarez Cañas (42 años), presidente del Sindicato de Estibadores.
En aquellos años, el Sindicato de Estibadores de San Antonio agrupaba a unos 400 estibadores con matrícula, más otros 100 suplentes y otro número similar de pincheros (eventuales).
La forma de trabajo a comienzos de los 70 era simplemente brutal y prácticamente sin horario, por lo que la lucha por la mejora de las condiciones laborales ante la Cámara Marítima era una prioridad para el Sindicato de Estibadores de San Antonio; el valor turno por tipo de descarga y su reajuste y la obtención de ayuda para que los hijos de estibadores pudieran estudiar su enseñanza básica y media completa, por solo nombrar algunas, eran un desvelo constante para Guillermo, Armando, Samuel y Héctor.
En ese tiempo, no se conocía el casco de seguridad y, para protegerse, los estibadores ocupaban solamente un pañuelo en la cabeza y se conseguían botas dada de baja por el Ejército para ingresar a palear carga en las bodegas.
Digo palear, porque en 1973 los portuarios debían vaciar las 10 toneladas de carga a granel, desde una nave, cargando pequeñas tinajas de 800 kilos de capacidad solamente, con la ayuda de palas. Así, el carbón, el azufre y el trigo eran trasvasijados lentamente y un buque podía pasar dos semanas en el muelle mientras los estibadores extraían a costa de gran esfuerzo las distintas mercancías desde sus bodegas.
Tampoco eran fáciles la saquería, que se descargaba también a mano, solo con la ayuda de un gancho, o de las barras de cobre – también conocidas como blíster – que se cargaban manualmente en cada bodega y cuyo embarque dejó a más de un estibador mutilado por lo peligroso de la faena.
Este 22 de septiembre de 2022, a punto de sumar la mitad de un siglo desde aquel día funesto, en San Antonio y todo Chile se conmemora el Día Nacional del Trabajador Portuario, donde recordamos el injustificado y cruel crimen de cuatro dirigentes de nuestro puerto.
Este día fue conseguido gracias al esfuerzo que los trabajadores portuarios y sus familias dieron por su memoria, cosa que les agradecemos profundamente, ya que gracias a esa lucha la Ley 20.773, conocida como la Ley Corta Portuaria, reconoce oficialmente ese día para que en todo Chile se honre la memoria de nuestros caídos.
Hoy, con una cifra que supera el 90% de intercambio de mercancías a través del mar, los puertos juegan un rol preponderante en el día a día de cada habitante de nuestro país. Sin embargo, si lo miramos con detalle, el sector aún posee debilidades en aspectos laborales que debemos abordar.
La Ley 19.542 fue creada para impulsar la necesaria renovación del entonces alicaído sector portuario chileno y, gracias a ella, los puertos crecieron hasta hacerse un actor competitivo en el contexto internacional, trayendo beneficios a nuestro país y al intercambio de mercancías por sus muelles.
En 2022, la ley necesita con urgencia ser reformulada con miras a los desafíos de una industria amigable con sus vecinos y que aborde las necesidades de lo más importante que tenemos en cada uno de los terminales diseminados a lo largo de nuestros 4 mil kilómetros de costa: sus trabajadores portuarios.
En representación de Puerto San Antonio, su directorio y trabajadores, hago llegar un respetuoso saludo a cada uno los portuarios de Chile, haciéndoles un llamado a continuar con el legado digno de quienes caminaron por los muelles antes que ustedes, a nuestros mártires, pero también a esos que hoy no están, por haber fallecido en faena a lo largo de estos años.