En qué hemos avanzado en Chile
Sin duda uno de los grandes avances que han logrado las sociedades médicas y de pacientes es poner a la obesidad en la agenda pública y en la discusión cotidiana. “Hoy somos más conscientes de las consecuencias que genera opinar sobre la apariencia física de una persona. Falta mucho aún, pero al menos hay un mayor grado de empatía con quienes viven con obesidad”, acotó Marcela Alarcón, madre de una adolescente con obesidad y vocera de la ONG Procura.
A nivel legislativo ya hay un proyecto de ley en el Congreso, ingresado en noviembre de 2021, solicitando que la obesidad sea declarada una enfermedad crónica, así como varios proyectos de acuerdo, lo que demuestra el interés por legislar en esta materia y darle la dignidad a las personas que viven con obesidad. Sin embargo, aún no hay avances en la discusión parlamentaria.
Al respecto, Marco Gajardo, psicólogo del sistema de Atención Primaria de Salud y experto en obesidad, explicó la importancia de que a nivel legislativo este tema sea abordado. “Para Chile, el costo estimado de la población con obesidad fue de 3.600 millones de dólares sólo en 2020. Si se declara enfermedad podría ponerse atajo a las comorbilidades asociadas a la obesidad como diabetes, hipertensión, trastornos mentales, incluso algunos tipos de cánceres y con ello, el costo que estas enfermedades implican para el Estado”.
Las personas con discapacidad intelectual no son eternos niños
Las barreras físicas para la inclusión han sido más rápidas de derribar en los últimos tiempos. Son tangibles y concretas y más fáciles de comprender para quien está alejado de conocer procesos como la Inclusión. Sin embargo, aquellas que se relacionan con nuestras ideas o creencias sobre las cosas o las personas están arraigadas en nosotros mismos, requiriendo de un trabajo personal y también del medio para ir eliminándolas lentamente. Tal es el caso sobre la idea de que las personas con discapacidad son eternos niños, niños especiales o con capacidades diferentes (ninguno de estas ideas es acordes a los modelos actuales donde priman los derechos de las personas), lo cual responde en parte a uno los modelos tradicionales en torno a la discapacidad.
El antiguo enfoque Biomédico reconocía la discapacidad como una enfermedad o anormalidad, perpetuando la mirada caritativa y de lástima en torno a las personas con discapacidad y más aún para aquellas personas con discapacidad intelectual, quienes eran considerados como eternos niños durante toda su vida.
Hasta hace poco tiempo costaba pensar que jóvenes con discapacidad intelectual pudiesen ir a la Universidad y, menos aún, que podían trabajar posteriormente, ya que no existían espacios en la sociedad que permitieran garantizar su acceso, progreso y egreso, como también los aprendizajes necesarios para la vida diaria y el mundo laboral. Hoy día esta realidad ha ido cambiando.
El año 2023 en Concepción vamos a cumplir una década desde que se implementó el Programa Diploma en Habilidades Laborales que responde a esta realidad país antes mencionada. Los resultados que hemos obtenido dan cuenta de que hemos ido eliminando barreras para la participación plena de más de cien alumnos y familias, quienes han podido constatar que durante los tres años de formación ocurren aprendizajes trasformadores.
Los jóvenes dejan de ser niños sobreprotegidos y pasan de tener un rol pasivo en sus vidas a tomar protagonismo activo. Se vuelven más autónomos, empoderados, toman decisiones, se relacionan, comunican, van a fiestas, pololean, estudian, trabajan, por mencionar algunos cambios que son parte de esta experiencia que no debe quedarse en esta etapa universitaria, sino proyectarse en el tiempo.
Es por esto que para continuar este proceso continuo denominado inclusión es fundamental el trabajo que debemos hacer no sólo con los jóvenes que anhelan crecer y dejar de ser niños eternos sino que específicamente acompañar a los padres y madres que muchas veces por desconocimiento o temor no dan los espacios que permitan que esta transformación ocurra.
La invitación es entonces a reconocer a sus hijos y situarlos en su edad cronológica (y no sólo en la edad mental), escucharlos desde sus necesidades, respetar sus derechos que hoy están declarados, pedir apoyo profesional si es necesario (con especialistas que aspiren a ese crecimiento y eliminación de barreras) y lentamente ir dando pasos hacia la confianza que permita su evolución en todos los sentidos posibles.
M. Florencia Iriarte
Directora
Programa Diploma en Habilidades Laborales Sede Concepción
Universidad Andrés Bello