Deserción escolar hoy: el resurgimiento de una pesadilla sociocultural
Las causas de la deserción escolar presentan sus primeras señales en el interior de las familias responsables de los estudiantes, quienes juegan un papel trascendental en la toma de decisiones respecto de la inasistencia a la escuela.
Cifras entregadas por el Ministerio de Educación (Mineduc), contempladas entre marzo y septiembre de 2022, muestran que 50.529 alumnos inscritos en 2021 no ingresaron a las aulas, representando un 24% de aumento en la deserción respecto de 2019. Además, 1.239.330 estudiantes, es decir, 39% del total de matriculados durante el 2022, presenta inasistencia grave bajo un 85% de acuerdo con el porcentaje mínimo establecido por el Decreto 67. Por otra parte, el promedio de asistencia promedio alcanzó un 83%, un 5,5% menos en comparación a 2019. Estas cifras apuntan mayoritariamente a la población de alto riesgo social concentrada en zonas urbanas de nuestro país.
El 2022 se vislumbraba con mejores ojos por el regreso a la presencialidad, pero las estadísticas expresaron todo lo contrario. Y es que las raíces de la deserción escolar se encuentran esencialmente en el núcleo familiar. Con adultos responsables y comprometidos con la formación de los menores, no debería existir esta problemática, independiente del grado de riesgo social. Por otra parte, tanto la pandemia como la crisis económica han empeorado la situación económica en cada una de las familias chilenas, sobre todo en las más vulnerables (representando a un 98,5% en cuanto a falta de cobertura escolar), frágiles además en cuanto al poder adquisitivo, como aquellas que no tuvieron acceso a educación virtual por no contar con servicio de internet.
Además, la probabilidad de que muchos de estos estudiantes hayan salido a trabajar es real, considerando que en sus familias hubo madres o padres que quedaron sin trabajo y se vieron en la obligación de buscar labores para aportar con el sustento del hogar. Otro factor influyente en la deserción escolar se refiere al consumo de alcohol y drogas, los cuales aumentan la probabilidad, como también sumergirse en el mundo del tráfico. Ni hablar acerca de las consecuencias cognitivas, valóricas y psicológicas en estos estudiantes.
Si queremos disfrutar de los cambios sociales que queremos en la actualidad, comencemos por nosotros mismos, promoviendo la empatía, comprensión, solidaridad y proactividad con nuestra sociedad, es decir, educación académica, valórica y ciudadana de calidad.
Jorge Ríos Académico Escuela de Educación Universidad de Las Américas