La antipoesía como vanguardia y retaguardia.

El problema de la hoja en blanco es siempre el mismo. Llenarla. Algo semejante a resolver crucigramas imaginarios, solo que sin cuadrículas ni definiciones predeterminadas. Las palabras hay que descubrirlas en el viaje de llenar la página. Samuel Sarmiento usó un cubo de Rubik para escribir antipoesía y lo llamó el cubo anatrópico, cuya historia nos narra en http://cuboanatropico.blogspot.com. Conocí a Samuel a la entrada de la Biblioteca de Las Cruces unos días después de entregarle mi anticuaderno parriano al ecopoeta Luis Merino Zamorano para su edición y, para engrosar la lista de obras de referencia de la biblioteca que él dirige. Mi anticuaderno parriano, también conocido como “El anticuaderno de Morgan” comenzó siendo un cuaderno cualquiera, continuó como una selección y colección de poemas y antipoemas de Nicanor Parra, seguido de algunos artefactos y otras de sus creaciones para acabar siendo un trabajo práctico, de acuerdo a la nomenclatura de Don Nicanor, luego de apropiarme de su antipoesía para exigirle un poco más, a lo largo y ancho de unas pocas páginas que me esperaron para escribir lo necesario antes de retirarme, agradecido, y dejar el cuerpo del delito donde pertenece, en la biblioteca. En su caso, el cubo anatrópico de Samuel Sarmiento hace referencia al Anatrópismo (así, como palabra esdrújula), sin que sepamos si se trata de un movimiento artístico o un método antipoético de creación literaria y que parece hermanarse con el movimiento del OuLiPo francés, fundado por Raymond Queneau, Noël Arnaud, Jacques Bens y el algebrista, Claude Berge, entre otros y que llegó a contar con célebres autores de la talla de Marcel Duchamp e Italo Calvino, cuya “motivación primaria será la desmitificación literaria y el gusto por la broma y la provocación, factores de los que se nutre el Anatrópismo”. Aparentemente, la motivación anatrópica no difiere de la motivación antipoética de Parra al confrontar a la gran poesía con el hablar cotidiano de la gente común, algo que William Shakespeare ya había hecho y lo que explica su popularidad, sobre todo en la lengua inglesa. No obstante, Parra va más lejos pues al rescatar las expresiones del pueblo, que considera de valor poético expande los territorios de la poesía, la que termina por engullirse a la antipoesía y la devuelve reconocida en lo que siempre fue aunque la academia la ignorara, poesía. Luego otros seguirán exprimiendo la teta de la antipoesía, a veces desde otras disciplinas, como la física, el taoísmo, la política combativa, la escultura en piedra o las matemáticas. Samuel Sarmiento bosqueja una ecuación sobre su cubo anatrópico: E=MC3. La Escritura vendría a ser el producto de la Mano por la Cabeza elevada al cubo.
La magia del cubo anatrópico surge de la combinación de nueve cuadrículas que se distribuyen en cada una de las seis caras del cubo. Sus condiciones iniciales vienen dadas por palabras y frases inscritas en las cuadrículas, las que al ser combinadas producirán una cantidad de versos más abundantes de lo esperado. Transformado el cubo de Rubik en el cubo anatrópico la intención original del cubo de Rubik queda anulada, instantáneamente. El juego, porque eso sí, no deja de ser un juego, ya no consiste en encontrar la única solución de un puzzle de muchas combinaciones sino, contrariamente, en encontrar el mayor número de combinaciones poéticas que el texto prescrito en las cuadrículas del cubo puede ofrecer. Más aún, es innecesario mover las cuadrículas de su posición original para encontrar expresiones que rezan, por ejemplo: La mano negada al amanecer / del sueño ausente en su herida / del espíritu fugaz que cuela en el papel. / El instante que precipita el viento posee la vida que muta en su origen. / El signo que oculta el silencio / Hacia la noche recoge el amanecer / que habla del polvo.
Con las cincuenta y cuatro cuadrículas combinables se pueden conseguir textos que multiplican las posibilidades del sujeto en encontrar su predicado, pero lo realmente intrigante, es que produzca textos que pudiéramos reconocer como poesía. Me resulta en una experiencia reduccionista hasta el minimalismo. Parecieran haber palabras poéticas, las que generarían expresiones poéticas. Sin embargo, esto carece de sentido para mí desde el momento en que identifico la intención poética del autor como lo único realmente poético. Y ahora viene la pregunta del millón ¿Quién es el autor de los versos surgidos del cubo anatrópico? ¿Es el autor, Sarmiento o quien juega con su cubo? La dimensión lúdica del cubo provee el juego en que el lector, mediante un giro de muñeca se convierte en el autor de versos que vienen cobrando significado en sus manos. Así el cubo puede volverse oráculo, de un modo semejante a las cartas del Tarot. Antes de llevar tilde, el anatropismo era un recurso literario consistente en usar disparates geográficos, como por ejemplo, zarpar en barco desde Milán. En este uso clásico del anatropismo el disparate subvierte la geografía conocida y produce un salto a lo imaginario, quizás ahí radique su valor. Se me ocurre otra forma de conseguir un efecto semejante. Recoger las palabras de un crucigrama que se ha resuelto y usarlas para escribir un poema, o incluso varios, con la salvedad de que descreo de una poesía que pueda escribirse seleccionando palabras con pinzas, como si se tratara de una intervención quirúrgica realizada con precisión estereotáxica. Vuelven a mi mente las palabras de Julio Cortázar: “un poema se parece más a un gato que a un axioma”. En las mías, es una exploración no planificada por los recovecos del alma humana, de la que cada uno es apenas un reflejo o un brevísimo destello.

Carlos Morgan