Cómo la Guerra a Distancia nos Afecta
Presenciar una guerra aunque a miles de kilómetros de distancia, genera conmoción e incertidumbre, sobre todo si consideramos la inmediatez de las comunicaciones donde la información nos llega en tiempo real y con infinitos medios para informarnos.
Todo esto, genera sentimientos de alerta y amenaza frente a una situación que no podemos controlar ni predecir. El cerebro lo lee como amenaza, creando un estado de tensión que no solo afecta a las personas, sino que puede variar en intensidad de acuerdo a diferentes parámetros como experiencias previas, edad, elementos de personalidad, el nivel de exposición y cercanía con la situación.
Lo que si nos ocurre a todos es la afectación, por lo innato que es empatizar con el sufrimiento de otros seres humanos y la reacción de alerta y peligro frente a una situación de falta de control e incierta.
Una reacción habitual frente a la ansiedad e incertidumbre es intentar fallidamente controlar una situación que no depende de uno. En este sentido, es importante diferenciar entre lo que puedo controlar y lo que escapa a mi dominio.
Un intento habitual, pero fallido, es buscar informarse de todo y en todo momento en búsqueda de una ficticia sensación de mayor dominio. Fallida porque solo aporta a aumentar la ansiedad y exposición a estímulos que la gatillan.
El primer paso es aceptar que hay situaciones que no están en mi control y que existe incertidumbre. Diferenciar lo que está en nuestras manos y en qué si podemos incidir ayuda. Con esto, nos referimos a generar acciones como donar, participar en actos de apoyo, que permita sentirse parte de una comunidad, donde no se está solo que es una conducta con sentido que si está dentro de mis decisiones.
La recomendación es no sobre exponerse excesivamente a los medios, noticias, titulares, comentarios sobre situaciones crudas. Sólo nos llevará a agotarnos mentalmente y a disparar la ansiedad porque se puede exacerbar la sensación de amenaza o pensamientos negativos.
La conducta de sobre exponerse a la información frente a una situación de incertidumbre se denomina doom scrolling y se fundamenta en una necesidad de búsqueda de sensación de certidumbre o control. Pero nuestro cerebro no está capacitado para recibir enormes niveles de información (lectura, imágenes, sonidos, comentarios…) y procesarla adecuadamente.
Es necesario seleccionar formas de comunicarse, cantidad de información y de tiempo de exposición. Se recomienda que sea acotado a ciertas horas del día, lo necesario, sin sobreexponerse, evitar imágenes en tiempo real. Mantener las rutinas diarias sin interferirlas constantemente, como por ejemplo, respetar las horas de sueño, ejercicio; el contacto social y con la naturaleza es saludable.
Otra herramienta que puede ayudar es crear un espacio para compartir emociones y sentimientos respecto a lo acontecimientos, pero ojalá no limitar las conversaciones solo a la temática de la guerra.
Respecto a los niños es importante validar sus sentimientos y emociones, evitar exponerlos a los medios e imágenes, conversar acerca de los conflictos y desacuerdos junto a el valor del acuerdo y la paz. Para ello, es necesario, utilizar un lenguaje adecuado a la edad, limitándose a las inquietudes de ellos y mantener las rutinas normales con ellos.
Si una persona siente que la situación de guerra e incertidumbre ha generado en ella sintomatología ansiosa significativa que no logra manejar, dificultades para dormir, interferencia para realizar labores y rutinas diarias, excesiva sensación de vulnerabilidad, temores que dificultan y merman su capacidad de efectuar sus rutinas, es importante pedir ayuda a un profesional para obtener herramientas que le permitan un manejo emocional más efectivo frente a lo vivenciado.
Daniela Toro, sicóloga miembro del Centro Clínico del Ánimo y la Ansiedad