De un simple regalo, al hombre del maletín

ELPROA
El Diario de San Antonio

A fines de los años 80 y principios de la década del 90, con un grupo de amigos de juventud, con el fin de poder hacer unas luquitas extras para nuestros gastos, nos dedicábamos a pintar casas y departamentos ABC1 a petición de una muy nombrada y prestigiosa oficina de corretaje de propiedades de esos años. Estos inmuebles se ubicaban en variadas comunas pudientes de Santiago y generalmente eran de propiedad de uniformados con más de tres galones en sus grados castrenses y muchos políticos de turno o familias de renombre de la época. Al menos, tres años duro esta relación laboral informal con esta oficina de propiedades ya que solo eran lucrativos pololitos que nunca estaban de más en mi economía veinteañera. Aclaro para los extranjeros Polol@ significa “Mantener relaciones amorosas entre sí” lo que no se aplica en esta crónica. Y en chilensis; HACER UN POLOLO significa“Trabajo ocasional y breve que se consigue fuera del trabajo habitual”(Chamba, laburo); especifico y aclaro para los de pensar bromista, que este “pololo” es sin relaciones amatorias entre las parte, bueno, en ocasiones si pasa. No obstante este no es el caso.
Siempre cuando se acercaban las fiestas patrias y las festividades de final de año este corredor de propiedades nos llamaba para un “POLOLO EXTRA” que consistía en repartir sobres con tarjetas o postales alusivas a la fecha en curso y botellas de buen vodka o whisky, o vinos finos envueltos elegantemente dependiendo de la importancia que tuviese el destinatario. Por esos años mi inexperiencia en el arte de la vida era evidente y pensaba en lo amable que era el citado corredor, o mejor dicho, lo gentil que era el mentado asesor de bienes raíces al hacer esos regalos tan caros a sus clientes en esas fechas.
Presentes que obviamente le hacían mantener un buen numero de propiedades de buena arquitectura para arrendar y una importante y lucrativa cartera de arrendatarios en sus registros comerciales. Regalos que durante el año se facturaban con diversos favores “conversados sutilmente a lo caballero por ambas partes” a sabiendas que en cualquiera de estas fechas se recibiría una botella de un buen mosto o un buen destilado.
Como diría alguien por ahí. Hay una historia de coima desde los inicios de la Nación; antes se coimeaba de esa manera, con presentes caros, pasajes aéreos o vacaciones pagadas. A sabiendas de que en cualquier minuto se pidiera sutilmente algún favor con matices metafóricos o directos en una comunicación coloquial y simple, como por ejemplo, argumentar una equis explicación para sacarse un parte del tránsito con el amigo Paco de turno o el Inspector Municipal conocido, u obtener de algún amigo o pariente acomodado en un buen puesto laboral un trabajo difícil de obtener. Bueno, esto igual existe actualmente.
Esta costumbre siempre ha existido en Chile, se decía por esos años: «Una mano lava la otra mano y las dos lavan la cara”. Era una práctica enraizada en todos los extractos sociales chilenos; era rutinario, los favores se pagaban con obsequios para esas fechas. Era algo normal y en estricto rigor esa costumbre no era mal vista por gran parte de la ciudadanía. No obstante, en el momento en que Chile tuvo bonanza económica se cambiaron las botellas de regalo y los sobres con tarjetas navideñas, por depósitos en cuentas secretas o sueldos por trabajos que nunca se hicieron, es más, apareció una nueva actividad profesional: “El Hombre del Maletín”. Esa costumbre de agradecer por medio de un presente etílico fermentado o destilado se permuto por lo que todos hemos visto en los últimos años en el país.

HUBERZZA