San Speditic
Cuenta la leyenda que Arturo Alessandri Palma (apodado El León de Tarapacá) ejercía una suerte de inexplicable embrujo sobre la masa.
Como buen hijo de italiano era aspavientoso y gesticulando como el mejor de los cantantes de opereta Su retórica estaba repleta de hipérbole y conceptos casi onomatopéyicos. Me atrevería a decir que tenía algo en común con Mussolini.
De estatura media lograba «agrandarse»…parecer grande usando para ello levantar ambos brazos a modo de invocación.
La «chusma inconsciente» como llamaba al pueblo ululaba cada vez que se asomaba por los balcones de La Moneda para hablar a los reunidos en la Plaza de la Constitucion.
En una de sus tantas intervenciones en el paroxismo de orador y plebe cogió un abrigo y lo lanzó a los presentes.
Su ministro de Defensa, Emilio Bello, que estaba a su lado exclamó; «Señor Presidente, su abrigo».
Y este le respondió; «No se preocupe, es el abrigo de Salas Romo (su Ministro del Interior)».
Un avispado logró hacerse de la prenda aventada hacia ellos…lo cortó en pequeños cuadrados que terminaron convertidos en escapularios que luego vendiera en su totalidad en el siguiente encuentro popular con el Presidente.
A ese extremo llegaba el fervor y la pasión que ese hijo de napolitanos despertaba en los chileno de los 40.
Los historiadores están de acuerdo en que faltó poco para nuestro país se llenará de anímitas a su muerte.
Nunca lo habían sentido más propio…más chileno…más macho que cuándo se esparció la noticia que el motivo de su repentina muerte había sido un infarto agudo al miocardio en el momento en que tenía relaciones sexuales.
Solo faltó que le atribuyeran milagros.
Un fenómeno relativamente parecido veo en lo que está ocurriendo con el ciudadano a poco de asumir como Presidente de la República.
Chilenos organizados y ciudadanos comunes y corrientes embobados por esa no buscada imagen de Santón que se fue instalando a su alrededor.
Y ahí están, los que no tienen para pagar la cuenta de la luz, los enfermos que esperan cura, los que tienen una larga lista de insatisfacciones, frustraciones, angustias. Los revolucionarios del Twitter, Instagram y la Blacknet.
No puedo evitar el sentir algo de conmiseración por él. Todo parece demostrar que es un tipo con una inteligencia algo por sobre el promedio de nuestro país (el que por cierto no es especialmente elevado) así que creo no estar muy perdido si supongo que sabe en lo que se metió…que fue antes del tiempo esperado. Que no había construido las redes de apoyo que todo individuo que llega a la primera magistratura requiere. Que su «colchón» es de outsiders y contestatarios sin calle. Que su popularidad está directamente relacionada con satisfacer las necesidades de aquellos que día a día (aunque han ido decayendo) se instalan en las afuera de La Moneda Chica con la esperanza que les tire un abrigo con el cual hacerse escapularios.
Alejandro Iglesias