Lo humano, lo real

Recuerdo perfecto esa tarde cuando lo conocí. Un día otoñal, oscuro y a punto de llover. Era 1995, mi primer año de carrera en la Universidad de Concepción. En Teoría de la Comunicación I ya nos estábamos adentrando en la mirada ontológica y lingüística del asunto. Y fue, como sin si quiera buscarlo, ahí estaba él. En una sala lúgubre y húmeda de la antigua Escuela de Periodismo lo recibimos. ¿Quién era este señor, serio, de pelo ceniza? Es un biólogo, nos decían, pero con mirada humanista. Bueno, escuchemos.

Así partió, tímidamente para mí, lo que con el paso del tiempo se transformó en la mirada que más marcó mi carrera. Tras esa primera charla y conversación gratis –no puedo creerlo a estas alturas, me parece un sueño- comenzó mi lectura y seguimiento de sus planteamientos. Y, sin ánimo de plantear una discusión acerca de si tenía o no la razón científica, me quedo con lo real: que somos seres emocionales, que nuestro entorno es más fuerte que nuestra genética, que las personas somos observadores distintos y no por ello opuestos o enemigos de mirada.

En mis más de 20 años de carrera profesional, 15 de los que me he desempeñado en el área de Recursos Humanos, lo que me ha dejado Humberto Maturana es todo lo que veo a diario. El trabajar con personas y para las personas (destaco porque creo es el centro del quehacer de un área de RRHH), implica navegar desde todo aquello que él plantea. El partir mirando a una organización como un conjunto de personas, todas ellas observadores distintos, ojos que traducen infancias diferentes, familias, crianza, experiencias, sueños, miedos, penas, alegrías… Es entender que cada persona observa y, desde allí, construye sus relaciones y su vida, pero a la vez, que su mirada también puede abrirse y expandirse.

Trabajar en Recursos Humanos, desde la mirada de Humberto Maturana, me ha permitido aprender que las emociones son un recurso maravilloso que tenemos como seres humanos. Sobre todo, porque nos permiten ser seres empáticos y porque éstas se contagian y entonces podemos construir mejores ambientes para trabajar, todo depende desde qué emociones nos movemos. Y en ello, no se nos va la razón. Muy por el contrario. La razón nos permite entender que nuestras emociones nos abren o cierran puertas. La empatía nos permite construir relaciones basadas en la confianza y en la profunda valoración de la realidad del otro.

Maturana planteaba la importancia de las conversaciones. ¿Qué es una organización sino un conjunto de personas con múltiples redes conversacionales entre sí? Desde ellas surgen ideas, nuevos negocios, entendimientos de los equipos de trabajo, mejoras en los desempeños, en fin, la búsqueda de la verdad. ¿Acaso hay algo más importante como profesional de RRHH que lograr mayor armonía entre todos? Finalmente se trataba de eso lo que tanto reiteraba Humberto: que todos seamos legítimos otros en la convivencia, siendo observadores distintos. He ahí la gran riqueza.

 

Patricia Hernández Gutiérrez

Subdirectora de Recursos Humanos

Universidad Andrés Bello