Un nuevo aeropuerto en coquimbo y para Chile
La especial configuración geográfica de Chile hace que su principal terminal, aquel que está situado en Pudahuel, tenga solo dos alternativas: Carriel Sur en Concepción, a 500 kilómetros, y Mendoza, Argentina, a 171 kilómetros en línea recta, aunque está en otro país y la segunda cordillera más alta del mundo se encuentra de por medio. Por su parte, el aeropuerto La Florida, en La Serena, presenta dificultades de seguridad frecuentes para aterrizaje y despegue cuando se producen fenómenos climáticos como la niebla, y de espacio para la operación de aviones de mayor tamaño. Mientras, el avance de la ciudad ya lo incluye en su trazado urbano.
La alternativa lógica se encuentra entre Tongoy y Guanaqueros, en un terreno plano, con la superficie necesaria para hacer una pista adecuada para naves de todas dimensiones (2.440 metros de largo por 45 metros de ancho), en ruta directa hacia Santiago, despejado todo el año y a 365 kilómetros en línea recta de la capital. Desde el año 2000 está disponible el terreno, ya se han realizado los estudios requeridos para su construcción y ello no implicaría cerrar La Florida, que quedaría como un aeródromo regional. Sin embargo, el proyecto duerme el sueño de los justos en un cajón del Ministerio de Obras Públicas. ¿Por qué?
Nadie ha podido responder a esta pregunta y las ventajas de la construcción de este nuevo aeropuerto no hacen más que acumularse. El Corredor Bioceánico que se habilitaría a partir de la construcción del Túnel de Agua Negra tendría un complemento lógico con el aeropuerto de Tongoy, disponible para naves de carga y pasajeros de carácter internacional, potenciando a la Región de Coquimbo como un gran centro logístico, del mismo modo que poniendo a disposición una alternativa para el aeropuerto más importante del país.
Por el contrario, el primer gobierno del presidente Sebastián Piñera lo dejó fuera de su cartera de proyectos como consecuencia delos gastos que implicaba atender las necesidades del terremoto que afectó al país en 2010 y en las administraciones posteriores no se ha repuesto como prioridad, sin una explicación plausible que convenza a todo el mundo. Requerimos hacer converger intereses nacionales, regionales y locales que sustituyan el juego de suma cero (lo que gana uno lo pierde el otro), por un juego de suma variable que privilegie la complementariedad y el beneficio mutuo. Chile quiere un desarrollo descentralizado y territorialmente equitativo no solo entre nuestras regiones, sino también dentro de las regiones, y concretar una obra como esta constituiría un indudable avance.
Cristián Fuentes V.
Académico de la escuela de Gobierno y Comunicaciones UCEN