Trastornos depresivos en personas mayores: Una necesidad pendiente en Chile
La salud mental constituye un área prioritaria de la salud pública en Chile y el mundo. Los trastornos depresivos, en particular, constituyen el segundo problema mental más frecuente entre la población general, y el principal entre las personas mayores.
La depresión se asocia a una mayor proporción de años vividos con dependencia, mayor frecuencia de enfermedades, peor calidad de vida y menor esperanza de vida.
En nuestro país, la atención respecto a este tema ha sido creciente, formándose en los últimos años algunos centros de investigación interdisciplinaria de excelencia, tales como el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP) o el Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescente y Jóvenes (IMHAY).
Los programas de atención en salud pública, a su vez, han venido reconociendo la importancia de incorporar los problemas de salud mental a las Garantías Explícitas en Salud (GES), siendo la depresión en personas de 15 años o más, el primer problema de salud mental en incluirse entre estas garantías que ofrecen acceso, oportunidad, protección financiera y calidad de la atención.
Si bien los estudios enfocados en salud mental y trastornos depresivos entre la población mayor en Chile son escasos, sus resultados son iluminadores.
El análisis de datos recolectados el año 2009 en el Estudio Nacional de la Dependencia en Personas Mayores (ENADEAM), por parte de un equipo del INTA de la Universidad de Chile, mostró que solamente 35,9% de las personas mayores que presentaban síntomas depresivos, reportaban haber recibido un diagnóstico, mientras que menos de la mitad (47%) de quienes presentaban síntomas de moderados a severos, habían recibido diagnóstico.
Según un análisis realizado por un equipo de la Universidad San Sebastián, la situación no había mejorado al año 2016, considerando datos de la sexta ronda de la Encuesta de Protección Social, encontrándose que solamente 29% de las personas con síntomas depresivos habían sido diagnosticadas, y apenas 39,6% de quienes presentaban señales de un trastorno moderado a severo.
La brecha en el acceso a diagnóstico y tratamiento de los trastornos depresivos en personas mayores se ha observado en distintas regiones del mundo. Las explicaciones propuestas son múltiples, multidimensionales y varían según el contexto.
Se incluyen, por una parte, las características de los sistemas de salud, tales como la falta de recursos y competencias para identificar y tratar estos problemas en la población mayor, los estereotipos asociados a la edad que suponen que el estar deprimido, el aislarse o expresar malestar es parte normal del envejecimiento, o, como vienen señalando hace más de una década diversos reportes en el Reino Unido, la discriminación por edad en los servicios de salud mental.
También podrían influir elementos culturales, tales como el estigma asociado a los problemas de salud mental, que obstaculiza el reconocimiento del problema y la búsqueda de ayuda por parte de las personas afectadas.
Asimismo, el apoyo social y familiar con que cuente la persona mayor puede influir en la probabilidad de recibir atención de salud mental. Cabe considerar, además, razones diversas, de tipo económico, de salud, geográficas u otras, que podrían dificultar intervenciones oportunas.
En nuestro país, los factores que favorecen o dificultan el acceso a diagnóstico y tratamiento de los trastornos depresivos en personas mayores, debieran ser investigadas, con el fin de aportar a cubrir esta necesidad pendiente de la población adulta mayor.
Ximena Moreno Herrera
Psicóloga, Doctora en Salud Pública.
Facultad de Psicología, Universidad San Sebastián