«Paco Ladrón»

El «caso Hermosilla», como era de esperarse, viene con tremenda «cola».
La requisición del teléfono celular del abogado, con el evidente propósito de periciarlo, está teniendo consecuencias.
Se encontraron contactos entre el antes mencionado y el hasta éste momento Director de la Policía de Investigaciones -PDI- Sergio Muñoz.
Al parecer el funcionario policial habría compartido con Hermosilla información sobre causas que de un modo u otro afectaban a clientes de éste.
Por ende el fiscal a cargo del caso decidió formalizar a Muñoz por infracción al artículo 31 de la ley 19.913 y el Artículo 246 del Código Penal.
Con esto Chile queda en el peor de los escenarios. Con una delincuencia en alza, antes el General Director de Carabineros, Ricardo Yañez y ahora quien encabeza la Policía Civil enfrentan cargos ante la justicia.
Este hecho me recuerda uno ocurrido hace muchos años y del que mi padre fuese circuntancialmente protagonista.
A mediados de los 50, recién ascendido al grado de Comisario fue nombrado Jefe de la Comisaría de Arica, unidad compuesta por trece policías arranchados en una casa vieja de techo plano, estrecha y oscura. Tenían dos vehículos. Uno de campo y otro de cargo para el Jefe de la Unidad.
Lo justo y necesario para un pueblo chico.
Sin embargo un año después Carlos Ibáñez del Campo, presidente de la República, con el propósito de darle «una manito» a la bucólica y pastoril economía de ese pueblo cuya importancia era solo estratégica, por ser el primer asentamiento humano chileno (hasta la Guerra del Pacifico peruano) después de la Línea de la Concordia, como se llamaba al límite entre ambos países, decide darle el rango de Puerto Libre que, dicho en pocas palabras, significa que todos los productos importados entran al país sin pagar impuestos, en el entendido que no pueden salir de la comuna.
Fue como de la noche a la mañana Arica se vio invadido de cuanto se puedan imaginar provenientes en su mayoría de EEUU y algo de países europeos, especialmente Inglaterra, Alemania e Italia.
Y, claro, como era de suponerse, y haciendo honor a la máxima aquella que: hecha la ley, hecha la trampa, en menos que canta un gallo Arica se convirtió en la capital del contrabando.
Por cierto que esos catorce «tiras», suficientes para el Arica pueblerino se hicieron pocos.
Pese a las insistentes solicitudes de mi padre no logró le asignarán más personal, tampoco otro vehículo y qué pensar de una lancha a motor. Nada.
Así que hacían lo que podían con los escasos recursos
En 1956 fue descubierto y desbaratado el que la prensa de la época llamó El Contrabando del Siglo.
Doce camiones cargados que habían salido suberticiamente desde el puerto camino a Santiago.
Llegó el soplo.
Nosotros cenábamos cuando llegaron a buscar a mi padre y raudamente salieron en persecución de la caravana de contrabandistas.
Lograron darles alcance en la Quebrada de Camarones (Límite territorial entre la Comisaría de Arica y la Prefectura de Iquique) y se los trajeron «retobados» de vuelta y guardados con su carga en los patios de la Aduana.
El proceso de investigación se inició de inmediato.
Así lograron dar con los «cerebros» tras el mentado contrabando del siglo.
Con el resultado en su mano mi viejo supo que «iba a traer cola».
Envió el informe a los mandos superiores y se guardó una copia «por siaca».
Importa decir que para aquel entonces había hecho el curso para Sub Prefecto aprobandolo con nota máxima.
Ese informe individualizaba a tres personas como los «ideologos».
El gobernador de Arica, José Muñoz Monje, su hermano Luis Muñoz Monje, para aquel entonces Director de Investigaciones y el Ministro del Interior de Ibañez, de apellidos Saint Marie Sorucco, hermano -además- del que era director y dueño del diario El Clarín.
Por cierto que la carpeta se traspapeló y los confabulados pasaron piola.
Pero trajo consecuencias a mi viejo.
Sumariamente, en apenas 24 horas se le trasladó a la Comisaría de Santa Cruz.
Ciertamente que era una reacción punitiva porque no se puede designar a cargo de una unidad a alguien por abajo o arriba del grado del designado.
Apeló, se sometieron al reglamento y lo enviaron a la Prefectura del Bio Bio con asiento en Concepción.
En 1958 asumió como presidente Jorge Alessandri.
Por su carrera profesional, ser filo radical y masón fue sondeado para la Dirección de la Pesca.
Las nuevas autoridades desempolvaron el caso Contrabando del Siglo para someter a procedo a los tres antes mencionados.
Mi padre debió viajar un par de veces a Santiago citado como testigo.
Ello tuvo dos consecuencias. La primera, se supo la verdad, que el gobierno de Ibañez se había dado maña para ocultar y le costó a mi viejo la posibilidad de ser el primer oficial de carrera en llegar a Director de la Institución.
¿Su pecado?
Que los tres cabecillas antes nombrados eran masones.
Así las cosas. No es la primera vez que un director de la «Pesca» es sorprendido en una llegada estrecha.

Alejandro Iglesias