Juego y felicidad para erradicar la violencia escolar

La violencia escolar va en aumento, cada vez nos enteramos de más sobre este tipo de casos en que incluso existe el uso de armas. Los padres y apoderados necesitan sentir que, pase lo que pase, la escuela será un lugar que protege a sus hijos, tanto a nivel psicológico como físico. No hay temor más grande que ver a un hijo en peligro.
Desarrollar espacios libres de violencia es un desafío cada vez más complejo frente a una infancia que por causa del uso excesivo de pantallas ha perdido la capacidad de vincularse sanamente, reconocer la diversidad y resolver los conflictos de forma oportuna, sana y dialogante. Es aquí donde las escuelas que buscan incorporar el juego de mesa como estrategia, retomando las formas “antiguas” de jugar, crean fortaleza desde lo más profundo, reforzando la vinculación con otros cara a cara.
El clima escolar convoca siempre al total de la comunidad. Las formas de abordarlas son tan diversas como comunidades existen, pero si algo se ha observado es que todas aquellas instancias que permiten el diálogo, trabajo colaborativo, aceptación de la diversidad y vinculación natural con otros, son una oportunidad real para mejorar los climas de aprendizaje y al mismo tiempo, del desarrollo profesional de los docentes.
Si hablamos de convivencia escolar, es fundamental contar con cuatro pilares: espacios de desarrollo social, aceptación y respeto a las diversidades, promoción de la colaboración entre todos y, por sobre todo, jugar, jugar y jugar. Lo cierto es que para que esto se cumpla, los niños y niñas deben ser guiados por adultos que, a su vez, se involucran haciendo cumplir reglas y normas en los espacios de desarrollo. Somos los adultos el ejemplo más potente para quienes aprenden y por lo tanto, actores claves para el fortalecimiento de un clima amable, seguro y común.
Debemos recordar que la felicidad es la expresión de un estado de bienestar sanamente equilibrado, un estado propicio para los aprendizajes, vínculos de amistad y para todos los desafíos que se viven en la infancia y la adolescencia. Sabemos que no todo puede ser dado por la institución que educa, pero una que provee espacios de juego como lenguaje natural de la infancia en todos los espacios, es una que apunta al equilibrio que la infancia hoy no tiene.
Los niveles de depresión juvenil deben alertarnos a todos y convocar a quienes educan a retomar las antiguas formas de acercarnos, aquí el juego se hace presente con fuerza. Una infancia que no juega es una en desequilibrio que impacta en niveles tempranos de felicidad y como consecuencia, la adolescencia se enfrenta como un desafío mucho mayor de sobrevivencia.

María Cristina Sierra, especialista en bienestar infantil y co fundadora de Ludotecas Escolares