El máximo de beneficios …con el mínimo de esfuerzo
A mediados de los 90, por motivos laborales necesité fijar residencia en la comuna de Puente Alto.
Por la prensa supe de una posibilidad.
Era en Eyzaguirre con Alvear. La antigua Fábrica Textil Victoria.
La empresa había quebrado y le encomendó a un corredor de propiedades administrara las casas que esta había construido para sus trabajadores al interior del mismo recinto.
Cuatro de gran tamaño, para ejecutivos, con tres dormitorios enormes y un living comedor de 36 mtrs2.
Treinta de tamaño mediano para administrativos y jefes de sección y ochenta departamentos de dos ambientes para los obreros.
Otros tiempos.
Las poblaciones para sus trabajadores eran bastante comunes.
Madeco, Mademsa, Pizarreño, la Papelera, Cobres Cerrillos, Disputada de Las Condes, Hipódromo de Chile en Santiago. La zona industrial de Concepción tenía muchas. Loza Penco, Vidrios Planos Lirque, Huachipato, las minas de carbón de Lota y Coronel, Paños Oveja Tomé y un largo etcétera.
Y ni que mencionar las oficinas salitreras del norte.
Había un trasfondo utilitario sin duda.
Los industriales y empresarios de la época trajeron al país el sistema anglosajón.
Sus trabajadores viviendo en los contramuros de la fábrica. Ofrecían cercanía y un invaluable sentido de pertenencia. De formar parte de una familia. También construían en algún balneario cercano Colonias de Veraneo.
Existe la certeza que cercanía, que conformar parte de un todo genera filialidad. Así los trabajadores se sentían parte importante del progreso de la empresa para la cual trabajaban.
Poco a poco esa costumbre se fue perdiendo.
A los empleadores les importó un comino donde viviesen mientras llegasen a la hora.
Costó un mundo que se impusiera el bono de locomoción.
Y, cuando en el gobierno de Freí se impuso la Jornada Única otro mundo para que se aviniesen a pagar un bono de colación.
Poco a poco los empleadores se fueron haciendo más indolentes a las necesidades de sus trabajadores.
Pasto seco donde los movimientos políticos inspirados en el marxismo cundió.
El primer gran logro ante el avasallaje que reinaba, el sueldo mínimo en «vitales’, invento de no muy antiguo cuño hoy llamado «minimo».
Luego la jornada de ocho horas y el tope máximo de horas extraordinarias semanales.
Hoy Chile se empina en un ingreso por cabeza de US$ 25.000 pero…como decía Nicanor Parra: yo como dos panes, mi vecino ninguno. En promedio comemos un pan cada uno.
Hoy es ley de la rebaja horaria del trabajador de 45 a 40 horas semanales.
Su aplicación será escalonada y, como era de esperarse, al empresariado le hace muy poca gracia.
Se adujo que la normativa tenía el propósito de brindarle al trabajador más horas para hacer vida familiar.
Busqué información que sustentara tales dichos y me encontré con que el chileno, en sus ratos libres; sale a comprar con la familia, se reúne con amigos y ve televisión.
Y, con respecto a esos hijos con los cuales compartir, resulta que los niños de 8 a 12 años pasan en promedio entre 4 y 6 horas diarias frente a una pantalla (computador, tableta o celular) y los adolescentes de 13 a 18 años de 6 a 8 horas diarias.
Vistas así las cosas…¿de qué más y mejor vida familiar hablaran esos sociólogos New Age?
Como sea…la preocupación social por los trabajadores obvia un detalle por demás descorazonador.
Según la OCDE la productividad del trabajador promedio de sus asociados es de US$ 54,7 por hora hombre y el del chileno es de US$27,6 por hora.
hombre.
Bueno. Ahora que trabajarán menos horas en una de esas tal cifra aumenta.
Alejandro Iglesias