Al pan… pan
El idioma castellano, o español, no es de los que tenga más acepciones (palabras).
Así y todo la Real Academia de la Lengua Española reconoce cien mil vocablos.
Los lingüistas hispanos gustan presumir que Cervantes usó TRECIENTAS OCHENTA Y UN MIL CIENTO CUATRO palabras al escribir El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha de las cuales VEINTIDOS MIL NOVECIENTAS TREINTA Y NUEVE eran distintas.
Según este mismo organismo tutelador del idioma el chileno medio usa entre 500 y 1.000 y los adolescentes 240.
Se dice que Argentina y Chile son los países de habla hispana que a lo largo de la historia han contribuido con más neologismos (palabras nuevas) al español.
Tal vez si los más icónicos; Chaplin, ser chaplin, achaplinarse como arrepentirse, «tirar pa colina o pa la cola» y el multifasético Huevón. Que pasó de adjetivo calificativo a también ser usado como sustantivo y que permite ser utilizado de forma tan profusa como difusa y casi podríamos entablar una conversación -por cierto que sin mayor contenido filosófico- usándola con todas sus derivaciones posibles y entendernos sin problemas.
Y, para cerrar los ejemplos, como nos hemos dado maña para usar nombres de animales.
«Oye gallo. Tengo una idea caballa. Hagamos una vaca. Nos compramos una burra y sacamos a pasear a las cabras» nos daba como ejemplo Renzo Pecchenino (Lukas) en su libro EL Bestiario de Chile.
Sin duda es imposible sustraerse al uso de los modismos.
De hecho cuesta llevarles el ritmo porque van más rápido de lo que logramos dominar los nuevos «sentidos», significados.
Para los de mi generación Brigida era un nombre. Hoy significado temor, difícil, complicado, peligroso.
Ahora bien. Los de las generaciones hasta los 90 en general podemos trasladarnos de un uso lingüístico al otro.
Cachamos el vocablo hispano y también el coa barrial y/o derechamente delincuencia.
Sin embargo «los cabros» de ahora, que no leen nada impreso que haya pasado por el colador de un corrector de pruebas no. Un libro, un diario. Entonces escriben foneticamente.
De ahí las Dayanas (Dianas), los Bairon (Byron), los Quebin (Kevin) y otros espantos por el estilo.
Capítulo aparte es que estos analfabetos funcionales tienen…no…corrijo…no tienen noción alguna de ortografía.
Y vaya usted a corregirlos.
Un dicho oriental afirma que si corriges a un sabio lo harás más sabio. Pero si corriges a un necio te ganarás un enemigo
En lo personal me asiste el convencimiento que parte no menor de la incomunicación que hoy hace presa de nosotros tiene por responsable el incorrecto, pedestre, vulgar uso del idioma.
Pregunten a un profesor (que por cierto no son unos cervantes) cuántas veces deben usar los vulgarismos para que sus alumnos entiendan lo que está diciendo.
En Chile el 87% de los adultos con educación media completa tiene problemas de comprensión lectora y cuatro de cada diez recién egresado de educación media no entiende lo que lee.
Y ello no se debe a que son una «manga» de limítrofes. Es que no conocen las palabras y el desconocer su significado hace que un párrafo sencillo, sin mayores pretensiones literarias, como por ejemplo, los instructivos que acompañan a todos los aparatos eléctricos y electrónicos que compramos les resulte chino mandarín.
Nos acercamos peligrosamente a una etapa en que sobre todo la cabrería joven escriba apocopando, como se hace en las redes sociales y recurran a los emoticones para expresar emociones y/o sentimientos.
ALEJANDRO IGLESIAS