“No será como el salitre”
“No queremos que pase lo mismo que el salitre”, señaló hace algunos días la ministra de Minería, Marcela Hernando, en relación con la Estrategia Nacional del Litio presentada por el gobierno.
El “ciclo del salitre” en la historia económica chilena abarca desde 1880, año en que Chile toma el control de la provincia de Tarapacá durante la Guerra del Pacífico, hasta su colapso de la industria durante la gran depresión a inicios de los años 30. El ciclo salitrero es un periodo de luces y sombras. ¿Aprovechó Chile el potencial de las riquezas salitreras? ¿Incentivaron tales riquezas una conducta “rentista” en la elite nacional que retrasó el desarrollo industrial? ¿Debió el gobierno haber nacionalizado la industria después de la guerra? Son preguntas que se debaten hasta la actualidad.
Un aspecto destacable de la experiencia salitrera fue la capacidad de aumentar la producción en un periodo corto de tiempo. Entre 1880 y 1884 las exportaciones de salitre se duplicaron y ya en 1885 la recaudación proveniente del impuesto a la exportación alcanzaba casi a un 30% de los ingresos fiscales. Este aumento de la producción se dio en el marco de una fuerte participación extranjera, principalmente británica. Durante las siguientes décadas, los impuestos a las exportaciones representaron en promedio más del 40% de los ingresos fiscales en el país, llegando hasta más del 60% en algunos años. Su impacto fue considerable. Solo a modo de ejemplo, mientras que en 1877 los kilómetros de red ferroviaria en Chile eran menores a Perú, ya en 1890, los kilómetros de ferrocarriles en territorio nacional duplicaban al país vecino. Las rentas del salitre permitieron, entre otras políticas, un aumento de la cobertura educacional, llevando a que la tasa de alfabetización aumentara desde un 30% en 1885 a 43% 15 años más tarde.
Durante todo el periodo, el Estado se mantuvo alejado de la mayor parte de las actividades productivas. Sin duda, las condiciones económicas y las capacidades actuales son distintas a las del siglo XIX, sin embargo, la evidencia reciente muestra que un sistema de concesiones con contratos que permitan aprovechar las ventajas comparativas y el conocimiento del sector privado y donde el Estado capture las rentas de la producción, puede permitir aprovechar de una manera eficiente el potencial económico de esta “fiebre del litio”.
Porque si existe un aspecto donde ya es seguro que el litio “no será como el salitre”, es en la posición chilena en el mercado internacional. Mientras que el caso del salitre nuestro país gozó de una posición monopólica por más de tres décadas, hasta la introducción de la producción masiva del salitre sintético, en el caso del litio, enfrenta la competencia de productores alrededor del mundo y son varios los países donde ya se han ido comprometiendo inversiones importantes. En la última década, Chile perdió la posición de mayor productor mundial, siendo superado por Australia.
El principal riesgo de la estrategia propuesta por el gobierno es que los requerimientos de control estatal, sobre todo si ellos implican una injerencia directa en las decisiones de producción, terminen retrasando inversiones e impidiendo que la riqueza del litio se transforme en recursos que permitan mejoras en el bienestar del país.
Gonzalo Islas Decano Facultad de Ingeniería y Negocios Universidad de Las Américas