Una Constitución con sabor a política añeja
El proceso Constitucional avanza sin dejar a nadie indiferente en nuestro país. Es que este proceso se ha convertido en el termómetro político en estas semanas. Creer que una Constitución representará a todo un país es creer en cuentos infantiles o en novelas románticas.
Es que lograr la aceptación de todos y todas es algo utópico, en política siempre hay quienes perderán, ganarán o simplemente jamás estarán de acuerdo con nada. El fracaso de este nuevo proceso será por la falta de percepción con los problemas reales que vive la gente común. En el horno se queman el pan y un error a última hora puede significar una nueva caída.
Si se aprueba esta nueva Constitución los problemas de nuestro país no desaparecerán de un día para otro, pero si podemos tener la oportunidad de hacer mover el motor para subirnos nuevamente a la ruta del desarrollo.
Quienes estamos en política la esperanza jamás se acabará y somos los responsables de trabajar por aquellos acuerdos que permitan devolverle la esperanza a quienes la han perdido durante estos años. Una buena Constitución es aquella que representará a la gran mayoría en diferentes puntos, no en todos, pero si en los más importantes. Las diferencias nos deben unir no separar.
No podemos dejar de lado que la desconfianza sigue latente en nuestro país por los problemas que hasta el día de hoy esperan que sean resueltos. Pareciera que la salud, las pensiones, la educación, la delincuencia deberán seguir esperando como ha sido durante estos años.
Una Constitución Política es el documento normativo que establece las reglas, los principios y la base fundamental de una nación. El fracaso del proceso anterior nos dejo en claro que debemos tener los pies en la tierra y apostar por la ayuda de expertos para guiar esta nueva travesía que ha tomado la atención de los diferentes sectores políticos de Chile.
Por eso es importante que aquellas personas que están viendo el proceso se enfoquen en aquellos puntos que son fundamentales para resolver deudas del pasado, no podemos perder tiempo en discusiones sin sentido que solo tratan de imponer ideologías que nos siguen dividiendo como sociedad.
Quienes estamos en política la esperanza jamás se acabará y somos los responsables de trabajar por aquellos acuerdos que permitan devolverle la esperanza a quienes la han perdido durante estos años. Una buena Constitución es aquella que representará a la gran mayoría en diferentes puntos, no en todos, pero si en los más importantes. Las diferencias nos deben unir no separar.
José Lizana Periodista