Pérdida de la voz

El 16 de abril se conmemora el día de la voz. Hay un dicho que señala que se valora lo que se tiene recién cuando lo pierde. Esta condición pareciera ser muy común en el caso de la voz y es una realidad con la que los fonoaudiólogos nos relacionamos constantemente.

Poco nos detenemos a pensar en nuestra voz y cómo se vincula con nuestra propia vida cotidiana. Escasamente reflexionamos acerca de cómo sonamos y cómo los demás nos escuchan, la imagen que proyectamos al hablar. Incluso, para muchos, la voz es un instrumento que permite trabajar y llevar el sustento diario al hogar.

La voz se produce gracias a que las cuerdas vocales oscilan con el aire que espiramos durante la respiración. Estos pliegues vibrátiles se encuentran en una estructura de cartílagos que se encuentran en el cuello denominada laringe. La llamada “manzana de Adán” forma parte de ella. Estas estructuras se pueden dañar por diversos motivos: fumar, beber poca agua, gritar constantemente, hablar en un tono muy agudo o grave, cantar sin técnica vocal, hablar durante mucho tiempo de manera sostenida, carraspear constantemente, entre otros.

Cuando estas estructuras se dañan, la voz suena distinta. Muchas veces puede sentirse como que la voz se apaga, que no alcanza a transmitirse a una distancia moderada, que se siente seca o incluso que duele al hablar. El daño estructural en las cuerdas vocales no solamente tiene efectos en la calidad de la voz y en las posibilidades de que la persona sea escuchada, también puede tener efectos psicológicos en cada individuo. Es más, muchas personas llevan tanto tiempo disfónicas que no logran concebir su voz más clara o creen que la sensación de tirantez o apriete en el cuello es normal y viven diariamente con dichas molestias.

En ocasiones, las personas pueden sentir que su voz se apaga por completo. Esta situación los puede llevar a tener que dejar de trabajar temporalmente, en la medida en que no logran comunicarse de manera efectiva. En otros casos, los problemas de la voz además pueden cursar con problemas para tragar, lo que afecta además su capacidad de alimentarse adecuadamente.

Es posible también que la voz no nos represente completamente. Puede que suene muy chillona respecto de lo que nos gustaría, o en extremo grave según nuestra propia apreciación, o que no suene lo suficientemente adecuada para los contextos en los que cada uno se desenvuelve. A veces, los pacientes llegan a la consulta indicando que “sienten que su voz suena muy infantil” o bien “que suena muy gastada para ser tan joven”. Estas vivencias vocales generan una sensación de incomodidad que puede ir acrecentándose día a día y que muchas veces puede implicar que las personas dejen de conversar, prefieran participar en menor medida de reuniones sociales o se vuelvan más abstraídas debido a la ansiedad que les genera la condición vocal.

La invitación es a reflexionar acerca de nuestra propia voz y auto examinarnos respecto de si nos sentimos cómodos con ella o percibimos algún tipo de sintomatología incómoda, dolorosa o molesta. En tal caso, la recomendación siempre es consultar con el profesional sanitario para solicitar guía y apoyo en el proceso de atención vocal.

Jaime Crisosto Alarcón
Coordinador Nacional Área Voz
Académico Fonoaudiología
Universidad Andrés Bello