La semonémica de Karamanos

Elegir nombres complica a muchos padres. Diferenciarse, que suene estéticamente bonito y moderno, que rescate la memoria de algún ancestro, que tenga un significado concreto, todo esto, es disquisición para un montón de parejas que deben decidir cómo nombrarán a su futuro hijo.

A veces el nombre lo es todo, de lo contrario Issur Danielovitch no se hubiese cambiado el suyo por Kirk Douglas, o Margarita Cansino por Rita Hayworth o Reginald Dwight por Elton John. ¿Se imagina un premio Nobel para Robert Zimmerman en vez de Bob Dylan?

Semonénica es la disciplina técnica que implica el cambio o creación de nombres, y no es trabajo fácil, por el contrario, es tarea laboriosa para el creativo dar con el “naming” adecuado para una marca, una empresa o una institución.

Hace ya varios años, cuando Procter & Gamble se instaló en Chile, fue todo un dolor de cabeza para los ejecutivos de la marca que una sencilla dueña de casa pudiera pedir en la farmacia un shampoo “Head and Shoulders”. Solución marketera: “Pídalo como hache (H) y ese (S)”. Luego, a inicios del nuevo milenio, el Banco Sud Americano pasó a llamarse oficialmente Scotiabank y toda una campaña de comunicación se levantó con el único fin de que la entidad financiera fuera correctamente pronunciada.

Como podrá darse cuenta, nunca se trata solo de un nombre, detrás de cada nueva nomenclatura hay una gesta, un propósito, un objetivo. Por eso resulta tan perturbador el inaudito desaguisado que involucró a la pareja del Presidente de la República. Con seguridad esta antropóloga y socióloga, junto a sus asesores, no imaginaron tamaña avalancha de comentarios y memes que provocaría la firma de la directora administrativa de La Moneda, Antonia Rozas, en un decreto para “cambio de nombre”. Obviamente, todo esto traerá ecos políticos de un lado y del otro, y cada cual hará su propia ganancia.

Y entonces… ¿Gabinete de Primera Dama? ¿Dirección Sociocultural de la Presidencia? ¿Coordinación Sociocultural? ¿Fundaciones de la Presidencia?… ¡Ufff! Ya lo dije: no es tarea fácil, sino, pregúntenle a Allan Konigsberg, quien frente a las acusaciones de su ex esposa María de Lourdes Villiers, le habría gustado llamarse de cualquier otro modo,menos Woddy Allen. A propósito, María de Lourdes es Mia Farrow. Cuestiones de la semonémica.

Maciel Campos
Director (I) Escuela de Publicidad y Relaciones Públicas
Universidad de Las Américas