(Sobre)Vivir en tiempos de inflación

De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el IPC anotó un aumento de 1,4% durante el mes de julio, acumulando un alza de 13,1% en los últimos 12 meses. Salvo vestuario y calzado, y comunicaciones, las restantes 10 categorías que componen este índice (alimentos, vivienda, salud, transporte, educación, entre otros) aportaron incidencias positivas, destacando el ítem transporte con un aumento mensual de 3,4%, y el ítem alimentos y bebidas no alcohólicas con un aumento mensual de 1,9%.

Pero, ¿qué tan nociva resulta una mayor inflación? Para ilustrar, considere el caso del pan. En julio de 2019 un billete de $2.000 permitía comprar 1,5 kilos de pan (marraqueta); hoy solo permite comprar 1 kilo. Esta erosión en el poder de compra del dinero es la consecuencia más directa y palpable de una mayor inflación.

Afecta particularmente a quienes perciben ingresos nominales (los asalariados), mientras que quienes pueden generar ingresos a través de activos expresados en términos reales (arriendos inmobiliarios expresados en UF, por ejemplo) suelen estar menos expuestos. Sin embargo, dado que acceder a este tipo de activos es costoso, una mayor inflación opera en la práctica como un impuesto regresivo: grava más a quienes tienen menos, redistribuyendo riqueza desde los que tienen menos hacia los que tienen más.

Las causas que explican esta mayor inflación son múltiples. El alza del precio del dólar (debido a la guerra en Ucrania o las desavenencias entre China y Taiwán) afecta el valor de insumos importados necesarios para la producción de bienes y servicios, así como el costo de traslado de estos bienes hacia y dentro del país.

Además, mayor inseguridad y un mayor número de hechos violentos provoca disrupción en la cadena logística; mayor incertidumbre económica y política incentiva a inversionistas a refugiarse en activos denominados en moneda extranjera (dólar), a costa de la ejecución de proyectos productivos y de un mayor precio de la divisa (producto de la escasez de divisa que esto produce). Todo esto impacta en el costo de producción que afecta de distinta forma a las empresas con capacidad para traspasar (parte de) este mayor costo a precios y a las que no.

Así, un aumento en el precio del dólar sí impacta el bolsillo de las personas (independiente de que paguemos en pesos), y las empresas (particularmente las más pequeñas) difícilmente se benefician de una mayor inflación. Lamentablemente, mientras no tengamos aguas internacionales más tranquilas y un país más calmo y seguro, no nos queda más que seguir aprendiendo a (sobre)vivir con las nefastas consecuencias de una mayor inflación.

Cristián Troncoso Valverde
Instituto de Políticas Económicas
Universidad Andrés Bello