Deformación profesional

Dicese de la alteración que en la conducta de los individuos provoca la práctica del oficio o profesión que sufre un individuo de tanto repetir una acción o por el trato con individuos de algún grupo.
En la película Tiempos Modernos protagonizada por Charles Chaplin este es un obrero que trabaja en una fábrica donde, su única función es, de pie frente a una huincha sin fin, con una enormes tenazas ir apretando una tuercas que espaciadas y regularmente pasan frente a él.
Una tras otras, miles de tuercas, diariamente. Por ocho horas, se lunes a viernes.
Aprieta, aprieta, aprieta tuercas. Hasta que en un momento, ya completamente enajenado abandona su puesto de trabajo con las mentadas tuercas en sus mano. Sale a la calle y en su camino aprieta cuanta cosa con forma o apariencia de tuerca encuentra. Desde un grifo hasta los enormes botones del abrigo de una mujer con la que se topa.
Está completamente fuera de si.
Sin duda es un ejemplo caricaturesco de lo que los expertos llaman DEFORMACION PROFESIONAL.
Y, cuál más, cual menos, ninguno se libra.
Algunas intrascendentes, que duda cabe, otras no tanto.
Los médicos que les hablan «en dificil» a los pacientes. Los policías que ven delincuentes hasta en sus sombras, los comerciantes que en todo ven plusvalía, los trabajadores sociales que viven dándole una manito a quienes lo requieran.
Los trabajadores de la salud, ya sean paramédicos o administrativos caen en una suerte de abulia que linda en la descortesía.
Sorprende que cada cierto tiempo por la prensa nos enteramos que pacientes o parientes de estos últimos se trenzan en trifulcas verbales cuando no en reyertas hechas y derechas con pacientes…cuando están en condiciones de expresar su malestar por la desconsideración con la que está siendo atendido sino es con quienes le acompañan.
Se ve mucho en los servicios de urgencias. Cuando una familia llega con alguno de sus integrantes en malas condiciones de salud y…o se demoran mucho en atenderlos o, ya dentro, en los box, nadie es lo suficientemente comedido para darles noticias, una explicación, un tranquilidad yonwein. Entonces los ánimos empiezan a caldearse. No hay mínimo de empatía con los acompañantes. Tan acostumbrados están a ver llegar, todos los días y a cualquier hora a personas que requieren atención de urgencia (heridos por asaltos, cogoteos, atropellos, accidentes) que si bien es cierto en un principio podía conmoverlos llega el momento, tarde o temprano, en que se producirá el fenómeno del que hablamos; la deformación profesional. Han perdido la capacidad de sorprenderse, la de conmoverse con el dolor ajeno.
Ya no son capaces de ponerse en el lugar del otro, eso que llamamos «empatía».
Entonces se producen las fricciones entre los padres de un niño herido porque se dio un costalazo de esos con su bicicleta, cuyos padres no están en condiciones de aquilatar la gravedad de sus lesiones y el o la funcionaria que se toma todo el tiempo del mundo para llenar el formulario de ingreso y exasperarse porque los padres, en su desesperación y/o apuro, olvidaron el carnet de identidad.
Y.. ya salvado el inconveniente, les dice; espere que lo llamen.
Y el niño se queja de dolor. Sus rodillas, codos y mentón no dejan de sangrar. La desesperación de los padres y la indolencia del sistema son el combustible preciso para generar un estallido.
Los centros de urgencia no cuentan con un funcionario que haga de enlace entre el servicio de salud y los pacientes.
Y de repente…un padre o madre «polvorita» va a reaccionar mal y al día siguiente los noticieros nos informarán del desaguisado resultante.
Hay deformaciones profesionales que no pasan de lo anecdótico y otras que lindan en una insana inhumanidad.
Y…para peor…jamás los servicios de urgencia se preguntan ¿que hicimos mal? Por ende no implementan acciones preventivas y a cambio de ello, recargan el presupuesto contratando un servicio de Guardias Privados.
El de mi consultorio la penúltima vez que fui…a retirar mis remedios…veía un partido del mundial de fútbol y hoy…chateaba en las afueras del recinto.
Que manera de botar la plata.

Alejandro Iglesias