Gestos mundiales

Ya en las fases finales del Mundial de Qatar son muchos los análisis futbolísticos que se pueden hacer, pero también sobre los gestos de protesta de los jugadores, quienes han hecho sentir su malestar de la elección de Qatar como sede. Un tema tan o más trascendente que el desarrollo del juego.
Quizás la imagen de la Selección de Alemania previo al partido con Japón, con los 11 jugadores tapándose la boca con una mano fue de las más potentes. Gesto que fue en protesta por la prohibición de FIFA para que los capitanes llevaran el brazalete “One Love” con los colores del arcoíris en apoyo a la comunidad LGTBQ+. Es que el ente rector del fútbol mundial no quiso incomodar más al gobierno catarí para quienes la homosexualidad es penada con cárcel.
La Federación Alemana de Fútbol en sus redes sociales justificó el hecho: “los derechos humanos no son negociables. Eso debería darse por sentado, pero aun así no es el caso”. De todas maneras, la ministra de Interior de Alemania, Nancy Faser, uso el brazalete en el palco y el arquero, Manuel Neuer, uso zapatos con los colores del arcoíris.
Pero ha habido otros gestos. En su debut, los 11 jugadores de Irán se quedaron callados mientras se entonaba su himno, en protesta por las más de 300 muertes en manifestaciones por el asesinato de Mahsa Amini en un campo de reeducación, detenida por no llevar el velo en público.
Muchos podrían creer que estos actos son cosa de ahora o que se trata de una “moda”, pero no.
En los Juegos Olímpicos de Londres 1908, los atletas de Finlandia se negaron a desfilar tras la bandera Rusa, ya que en 1809 el zar Alejandro I había anexado a este país. En 1936, el histórico atleta Jesse Owens, ganó cuatro medallas de oro frente a Adolf Hitler quien organizó esos JJ.OO. como otra forma de demostrar la superioridad de la raza aria, pero tuvo que ver como este campeón de raza negra saludaba como un soldado estadounidense en el podio.
También en Berlín, el coreano Sohn Kee-Chung ganó el maratón por Japón, imperio que tenía ocupado a su país de origen y, en la entonación del himno nipón agachó la cabeza en señal de protesta. Lo mismo hicieron los afroamericanos Tommie Smith y John Carlos al ganar el oro y bronce, respectivamente, en los 200 metros de los Juegos Olímpicos de México 1968, en protesta por el racismo aun imperante en Estados Unidos. Lo curioso es que mientras el Comité Olímpico Internacional (COI) en ese momento tenía sancionada a Sudáfrica por el “Apartheid”, castigó a estos atletas por el gesto, en una demostración más que mientras las organizaciones se contradicen, son los deportistas quienes sacan la voz.
¿Estos gestos terminarán con la discriminación y lograrán que no se vulneren más los derechos fundamentales? ¿Podrá mitigar el drama de la muerte de miles de obreros en Qatar? Claramente no.
Pero los deportistas que lo hacen entienden su rol como actores sociales y aprovechan su popularidad para visibilizar ciertos hechos condenables. Saben que hay partidos largos y difíciles que se deben ganar más allá de la cancha.

Ignacio Pérez Tuesta Director Escuela de Periodismo y Comunicaciones Universidad de Las Américas