Una a una

Si hay algo en lo que la izquierda chilena ha sido extremadamente eficiente es las acciones y nominaciones publicitarias.
Luego de la conformación de la Unidad Popular, por todos conocida (supongo), como el conglomerado político que reemplazó al FRAP en el cuarto intento de (y definitivo)de Allende por llegar a La Moneda el aparato publicitario del grupo de partidos -donde el PC y el PS eran las cabezas dominantes, los chilenos nos vimos inundados por una serie de eslogan tremendamente pegajosos. La mayoría más bien agresivos y desafiantes.. muy propio de la dialéctica fascista a la que la izquierda chilena es tan proclive.
Recuerdo uno especialmente ofensivo: «Los momios al paredón y las momias al colchón».
Pero me interesa…por estar al servicio del espíritu de la idea que quiero desarrollar otra de esas frases para el bronce: UNA A UNA CAERÁN LAS NOVENTAIUNAS.
El programa de gobierno de Allende contemplaba formar lo que se dio en llamar AREA SOCIAL DE MERCADO que se concretaría expropiando empresas estimadas como estratégicas y con ello establecer un auténtico monopolio estatal…muy del gusto de la economía marxista. Telecomunicaciones, transporte naviero y aeronáutico, distribución eléctrica, distribución de alimentos, gran minería, pesquería, agro, textiles y un extenso etcétera.
Y ya en el poder…por las buenas (comprando sus acciones a precio vil) o lisa y llanamente expropiado se fueron haciendo de esas noventaiunas. Salvo dos a las que no lograron hincarle el diente; la ITT, dueña de Telex y la Compañía de Teléfonos y la Papelera. Esta última era de vital importancia tomarla porque Allende esperaba callar a la prensa escrita opositora cortándoles el suministro de papel. Pese a que lograron paralizar la producción de la CMPC de vez en cuando, haciendo que algunos sindicatos que les eran afines llamaran constantemente a paro hasta porque un ejecutivo había mirado feo al ordenanza del casino…al menos a El Mercurio nunca le faltó papel porque todos los días algunos camiones del diario viajaban a Mendoza para traerlo desde allá y…aunque les ponían trabas en Aduanas igual lograban pasar previo pago de «permisos» extra a beneficio de los inspectores.
Entre las muchas empresas que…en éste caso «nacionalizó» Allende estaba DUNCAN FOX & CO. de capitales ingleses, la mayor distribuidora nacional de productos comestibles, farmacéuticos 6 seguros con oficinas en calle Huérfanos y Teatinos. Y lo sé bien porque trabajé allí un par de años. Mi esposa (N°1) era secretaria de la Gerencia de Estadísticas para cuando me salió la pega en El Mercurio.
De las cenizas de DUNCAN FOX el Estado construyó DINAC, Distribuidora Nacional. Y cumplía la misma función. Era la que surtía el 90% de los productos que cada familia consume diariamente. Supermercados, almaceneros y boliches varios le compraban a DINAC. Dependía… indirectamente de Alberto Bachelet. Las JAP se «surtían» en DINAC. Si faltaban productos en el mercado nacional era porque DINAC no tenía. Así de simple era la ecuación.
A mediados del 72 mi esposa llegó a casa con un vale firmado y timbrado por algún jefe o gerente de DINAC.
Era canjeable por productos de uso diario.
Poco antes la distribuidora había adaptado como supermercado una bodega de su propiedad en la calle San Joaquin, al lado de la Coca Cola (Santiago).
Obviamente fuimos. Y…aunque suene medio sobreactuado, fue una mayúscula sorpresa para nosotros encontrarnos con un lugar donde las góndolas de exhibición y expedido literalmente estaban repletas de abarrotes. Nos dijeron que podíamos comprar máximo hasta $500 (mi sueldo mensual en ese tiempo era de $1.113 (y el vital de esa época era $486, para que puedan hacerse una idea).
Por cierto que llegamos al límite y luego repartimos a mis padres y suegros). El vale se entregaba en caja. A mano anotaban la cantidad. Firma de mi ex y desmontable al siguiente sueldo de ella
Así. Mientras el resto de los chilenos sin pitutos tenían que hacer colas, comprar en el mercado negro y/o recibir las migajas de las JAPs otros…entre los que me cuento…mes a mes…por más de un año no supimos lo que fue pasar apreturas.
Esto me hace recordar que en una entrevista dada a un medio de prensa por Isabel Allende Bussi dijo que en una oportunidad había tenido que recurrir a la bonomía de una vecina, allá en Tomás Moro, para que les convidara una taza de azúcar.

Alejandro Iglesias