Del Silabario al Coa

Alguna vez Chile fue considerado la Editorial de Hispano América.
Un poco por gráficar aquello se acuñó una muletilla. Que en nuestro país se publicaba un libro al día.
Y…como consecuencia de lo primero habían muchas librerías.
En todos los barrios de Santiago y las grandes ciudades surgieron locales, precedentes de los libro viejeros, donde cualquier hijo de vecino podía cambiar sus libros y revistas (siempre que estuviesen en buen estado) por otro igualmente ya leído pagando una módica suma.
Se publicaban también fotonovelas y libros gráficos que eran traídos preferentemente desde México.
En los kioskos de diarios se vendía mucho libro formato bolsillo, sobre todo de vaqueros, policiales y ciencia ficcion y…se vendían como pan caliente las novelas rosa de la famosa Corin Tellado y la revista del mismo género Jazmín Luz, una revista mexicana de información sexual
No era raro ver a obreros de la construcción en su hora de colación, acomodados en cualquier parte leyendo algunas de esas novelistas, de pequeño tamaño y muy baratas.
El diario El Clarín («Firme junto al pueblo», como decía su slogan) tenía una tirada de 350.000 ejemplares al día y era el medio de prensa escrita que más se vendía.
¿Qué nos pasó que dejamos de leer?
A muchos les gusta atribuir lo que se dio en llamar «Apagón Cultural» a la dictadura
Sin embargo recuerdo que en mis años de estudiante, mediado de los 60 mis compañeros antes de decidir que libros leerían durante el año escogían, de la lista que nos proponía el profesor aquellos que tenían menos páginas.
Los entendidos le atribuyen a la televisión el que perdiéramos paulatinamente el hábito de leer.
Ya sea flojera mental, la dictadura (que en rigor prohibió muchas cosas pero no la tenencia de libros como nos narra «Farenhaint 451», la famosa novela de adelantamiento (porque Ciencia Ficción es otra cosa, como «Guerra de las Galaxias» por ejemplo) ni se dedicó a perseguir y encarcelar escritores como si se hacía en la Rusia Comunista ni reprimió las actividades literarias…buen ejemplo es el Taller de Letras ARIEL que presidi por ocho años (1975/1983) sin que jamás hubiésemos tenido un problema con las autoridades pese a que entre nuestros miembros los había comunistas (Pedro Lemebel, ampliamente conocido) o Elias Letelier que luego fuera vocero del FPMR) y Miristas o la televisión lo cierto es que poco a poco fuimos perdiendo la sana y enriquecedora costumbre de leer.
Y todo esto ¿a pito de que se preguntaran ustedes?
Hace unos días el escritor Edmundo Warnken afirmó en una crónica que no veía la utilidad de imprimir y repartir miles de ejemplares del proyecto constitucional, el que por cierto, no está redactado en un lenguaje coloquial, cuando el chileno medio era ignorante y no entendería ni medio de lo allí escrito.
Entonces los puristas dieron un brinco acusando al dirigente de los Amarillos de haber ofendido al pueblo chileno.
Reconozco que esa frase aunque apunta a un hecho cierto tiene visos del típico ninguneo tan propio de la dialéctica fascista y por eso resulta un tanto chocante.
Entonces…dejemos de lado los adjetivos calificativos y metanonos de lleno en las cifras en las que supongo Wanrken se basó para afirmar lo dicho.
Según la RAE el idioma español tiene más o menos 100.000 vocablos y el chileno promedio ocupa entre 500 y 1.000 y el resto son modismos, muchos llegados del extranjero y el Coa o Argón delincuencia.
Si ya resulta sobrecogedora tan paupérrima cifra a reglón seguido nos dice que los adolescentes usan, en promedio, 240 vocablos.
La OCDE encargó a una consultora un interesante trabajo de investigación social. Quería saber cuál era el nivel de comprensión lectora de los habitante en los países que la componen.
Para Chile las cifras son que el 87% de los adultos con educación media completa tiene problemas de comprensión lectora y que cuatro de cada diez recién egresados de la educación media no entiende lo que lee.
Los profesores universitarios se quejan del nivel de los estudiantes que llegan a cualquiera de las muchas escuelas porque no entienden lo que leen…o con mucha dificultad y no saben redactar. En las pruebas que son de desarrollo y no de alternativas dan botes.
Por otro lado recuerdo haber leído a un catedrático comentando que había sido tan explosivo el crecimientos de los establecimientos de educación superior que no había en el mercado suficientes buenos profesores de alto nivel académico y que las más «charchas» tuvieron que arreglárselas con lo que botó la ola porque todos los con doctorados y postgrado estaban contratados a horario completo por las universidades grandes.
Así las cosas parece que don Edmundo no anda muy perdido cuando asegura que esos cientos de miles de ejemplares repartidos a lo largo de Chile, como dicen nuestros campesinos son tiros gastados en jotes.

Alejandro Iglesias